Una mano que alivia la depresión

Pasaron muchos años sin buscar ayuda. Las ideas que rondaban su cabeza siempre eran las mismas: “No sirvo para nada”. “¿Quién me va a querer si soy una inútil?”. “Es mejor que esté muerta”. “Ya no aguanto más”.

Silvana reconoce que fue muy difícil aceptar que tenía depresión, porque ella no lucía como una persona deprimida. “Quería morirme, porque sentía que mi vida había acabado. Pero al mismo tiempo todos me veían bien vestida y arreglada. Destruida en mil pedazos por dentro, pero con una sonrisa por fuera. Esa era mi coraza”.

Tras 25 años de matrimonio y de vivir en constante violencia, la relación de Silvana acabó. Denunció su caso en la Fiscalía y allí le hablaron de la fundación Vida Plena que trabaja por la salud mental de la gente.

Su co-fundadora, Anita Kaslin, cuenta que la fundación es la única en el país que ofrece terapia interpersonal de forma gratuita. A través del tratamiento se busca aliviar los síntomas de la depresión moderada y severa.

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“Cuidamos de la salud mental de las personas más vulnerables, que no pueden acceder a un tratamiento psicológico. Buscamos que las redes de apoyo y las relaciones interpersonales sean la base para que las personas puedan salir de sus síntomas”, dice Kaslin.

Silvana acudió a una sesión de terapia interpersonal. Allí se encontró con Maritza, con Alexandra, Jorge y otras personas diagnosticadas con depresión. Hay abuelas, amas de casa, adolescentes, trabajadores y “es que cualquiera puede sentir depresión. Cualquiera puede tener un evento detonante: no acceder a un cupo en la universidad, sufrir maltrato, la pérdida de un ser amado, una decepción amorosa”, dice Jessy Gallardo, una de las facilitadoras.

Ella conduce una de las sesiones. El grupo se sienta en círculo. Uno por uno va narrando cómo la terapia le ha ayudado a superar los síntomas que tenía, como ira o deseo de aislarse del resto.

Una de las participantes cuenta que la relación con su nieto le causa mucho dolor, sobre todo la forma cómo él le responde. Pero ha aprendido a identificar esos sentimientos y a gestionarlos de forma saludable. Otra mujer cuenta que ahora está reuniéndose con su grupo de apoyo. “Escucho las historias de los demás y me doy cuenta que otros también experimentan lo que yo paso. Para mí es mí lugar seguro, dónde puedo ser yo y donde puedo ser comprendida”.

El tratamiento consiste en ocho sesiones grupales de una hora y media, una vez por semana. Se inicia con una evaluación de historia clínica y una entrevista individual. “Se les aplica la prueba PHQ-9 para conocer el nivel de malestar asociado a la depresión. Se les hace otras evaluaciones para establecer estrés postraumático, ansiedad, etc.” explica Kaslin.

Si la persona está dispuesta a contar su historia y confiar en otras personas se le incluye en un grupo de 6 a 8 personas.

En uno de estos grupos está Sandra, quien tiene tres hijos de 28, 22 y 11 años. Su historia es la de muchas mujeres: estuvo casada más de 25 años, era ama de casa y sufría maltrato psicológico y físico. “Siempre le pedí a mi esposo que busquemos ayuda, porque él era muy posesivo. Él tenía la idea de que las cosas se iban a solucionar si los dos ponemos voluntad. Pero cada vez íbamos de mal a peor y hubo un momento que se desató la furia, nos agredimos. Fuimos a juicio y allí, en la Casa Somos del Municipio me contaron de la fundación”.

Cuenta que la separación fue muy dura. Pero en el grupo de apoyo encontró a personas que pasaban por lo mismo. “Me ayudaron a entender mis sentimientos, a conocerme mejor y a entender que las cosas no siempre salen como yo espero. Ese compartir con otros me ayudó a saber que sí se puede sobrellevar estas cargas”.

Los grupos de apoyo funcionan con un voto de confianza. Muchas veces las historias se cuentan entre lágrimas, otras veces requieren de un abrazo y del compromiso de seguir preocupándose los unos por los otros, incluso después del tratamiento.

Vida Plena se financia gracias a las donaciones de empresas, iglesias, personas interesadas en la salud mental y tiene el apoyo de instituciones aliadas, las cuales prestan sus instalaciones. Los grupos de apoyo se realizan en las Casas Somos (de Conocoto, Cotocollao y San Bartolo). En el Valle de los Chillos los encuentra en el Centro Psicológico Neuma y el Centro de Mediación. En el norte están en la Universidad Central de Ecuador y la Iglesia Alianza, en la av. 10 de Agosto y República.

“Después de salir de una dependencia emocional y económica no podía pagar un tratamiento, que normalmente cuesta 40 dólares por sesión”, dice Sandra, quien hoy se ha puesto como meta aprender italiano.

Una de las razones para crear esta fundación fue justamente la falta de acceso de los pacientes y la falta de recursos públicos para la salud mental.

Quienes presentan depresión ven cómo esta enfermedad común, pero grave, interfiere en todos los aspectos de su vida. Disminuye su capacidad para trabajar, para estudiar, dormir, comer, disfrutar, etc.

¿Cómo identificarla? Kaslin explica que la persona puede sentir cansancio físico. Emocionalmente expresan sentimientos de tristeza, irritabilidad, culpa; su comportamiento cambia y se aíslan de los demás o pierden interés en sus responsabilidades.

En el grupo de apoyo los integrantes reconocen que han lidiado con algunos de estos síntomas en su última semana. Pero hoy es diferente, ya no sienten que la vida les sobrepasa.

En Quito hay más suicidios que homicidios

El comandante de la Policía de Quito, Víctor Herrera, dice que las cifras de suicidio deberían alarmarnos. En 2022 se registraron 192 suicidios versus 180 muertes en robos, riñas y asesinatos. “Es decir, hubo más suicidios que muertes violentas y en lo que va del año tenemos 73 suicidios. Entonces es importante trabajar también en la política de salud mental para poder tener alertas tempranas”, explica. 

Los policías reciben actualmente una capacitación sobre abordajes positivos con un instituto mexicano. “Hemos podido evitar alrededor de ocho suicidios en la etapa de ejecución, especialmente en el puente del Chiche. Pero muchos lo hacen en casa. Son personas que no accedieron a un tratamiento”.