Son danzas, escaramuzas (simulación de combates), bailes y folclor que desde hace medio siglo forman parte de las festividades en honor a san Sebastián, en el cantón azuayo del Sígsig, a 57 kilómetros al oriente de Cuenca. Es la ‘noche de los Jampos’. La expresión popular reúne a los pobladores de los diferentes sectores del cantón. De esta forma demuestran la fe y devoción que tienen por el patrono san Sebastián. Otros azuayos participan para agradecer por las bendiciones recibidas o por promesas realizadas al santo.

Es una singular y colorida comparsa de enmascarados en la que participan cientos de hombres y mujeres, de cualquier edad, cubiertos sus rostros con máscaras terroríficas o cómicas y salen a las calles céntricas de Sígsig para bailar y bromear con los espectadores, cada 20 de enero. Se trata de una manifestación popular y cultural que busca convertirse como patrimonio inmaterial del Ecuador.

Según la tradición, antiguamente en las procesiones de Finados y veneración a san Sebastián había especie de guiadores. “Ellos se encargaban de despejar el camino por donde pasaba la procesión con la imagen de san Sebastián y la escaramuza. Para no ser identificados se cubrían el rostro con máscaras elaboradas con alambres, cabuya o caucho. Mientras avanzaban repetían la palabra ‘abran campo, campo, campo…’”.

Pero la máscara les impedía pronunciarlas correctamente y se les escuchaba “abran jampo, jampo, jampo”, de ahí el nombre de “jampo”, reseña el sigseño José Toaquiza.

Con el tiempo el jampo, Dejó de ser guardián para convertirse en un personaje que divierte a los espectadores, convirtiendo a la celebración en un colorido desfile, con baile, gritos singulares, bromas y actuaciones improvisadas.

Ahora, la ‘noche de los Jampos’ busca convertirse en patrimonio inmaterial del Ecuador, declaratoria que se afianza en un trabajo de tres investigadores que elaboraron la documentación que fue presentada en noviembre del 2022 en el III Congreso Nacional de Gestión Cultural en Chile.

El trabajo de investigación lo inició Johanna Pacheco, en su etapa de estudiante universitaria entre los años 2013 y 2014, se profundizó desde el 2018, con el apoyo de Blas Garzón, docente de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), y Gabriela Torres, del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC).

Según los datos, la fiesta en sus inicios tuvo la participación de unas 30 personas, ahora sobrepasan los dos mil que cada 20 de enero divierten a la población azuaya.

De acuerdo con el informe, esta expresión cultural ‘noche de los Jampos’ se encuentra inventariada en el Sistema de Información del Patrimonio Cultural (Sipce), en el ámbito de artes del espectáculo.

Este inventario sirve como documento base para determinar futuras acciones encaminadas a la salvaguardia de esta manifestación popular.

Para este año se prevé la participación de todos los barrios y recintos del cantón, como parte del proceso de normalidad, luego de dos años de una suspensión por la emergencia sanitaria.

El camino a ser declarado patrimonio intangible es también un motivo de alegría con la que sus pobladores festejarán este año 2023 las festividades en honor a su santo patrono.