El esqueleto de una mujer centenaria es la principal muestra de cultura en la exposición del Instituto de Patrimonio en Memoria del Distrito Metropolitano de Quito.

Entre huesos e historia, una exposicion que se levanta en el Municipio de Quito

El Instituto de Patrimonio en Memoria del Distrito Metropolitano de Quito presenta un recorrido prehispánico alrededor de culturas precolombinas. La exposición será hasta el 28 de julio.

El esqueleto de una mujer está en medio del hall del Municipio de Quito. Sus restos están intactos, aunque no completos. ¿La teoría? Que ella, de unos 30 años y hallada en Peguche, se petrificó en la erupción del volcán Quilotoa hace muchísimos años. Y por eso, los residuos de cenizas en los huesos... así lo señala el Instituto de Patrimonio en ‘Memoria del Distrito Metropolitano de Quito: una visión desde la arqueología’, una exposición que recorrió este Diario el 11 de julio de 2019.

La UNESCO, en 1978, declaró a Quito como Patrimonio Mundial. Este reconocimiento ha puesto en valor a escala global la riqueza cultural y arquitectónica de la ciudad. Y por eso la muestra que encierra antigüedades de culturas prehispánicas.

La exposición se inicia en la sección del año 660 d.c. en el sector de La Florida. La primera imagen es una fosa en forma de botella invertida con una profundidad de 17 metros. Es una tumba. Pero no de las habituales. Dentro de ella se enterraban habitantes del pueblo Quitu en diferentes niveles de profundidad. Lo hacían en posición fetal.

Gladys Tipán, experta en historia de las culturas precolombinas quiteñas, explica que todo esto es parte de un ritual funerario que hacían los Quitus a las personas que fallecían. A cada una la enterraban dependiendo su nivel jerárquico en la tribu. Entre más profundo estaba el cuerpo, mayor nivel tenía la persona.

Por ejemplo, los Caciques siempre se encontraban en lo más profundo. Eso sí, todos estaban en posición fetal con una mortaja que los envuelve de pies a cabeza para impedir que se movieran al momento de ser enterrados.

¿La razón? Ellos creían que para que el cuerpo pudiera reencarnar a la siguiente vida debía ser enterrado en la misma posición en la que va a renacer. Junto a los muertos se encontraban unas vasijas o ‘tinajas’ de más de un metro de altura llenas de comida (maíz, frutas: la comida de nuestros ancestros). Ellos creían que la necesitarían para no pasar hambre al cruzar a la siguiente vida.

Más adelante seguía el sector de Rumipamba, donde se encontraban artesanías más avanzadas de origen Quitu. Estas ya pertenecían desde el año 970 al 1300 d.c. Esta vez la civilización se asentó en las faldas del volcán Pichincha.

Cuenta Tipán que era habitual que la civilización fuera enterrada bajo las cenizas de las erupciones volcánicas. Lo intrigante es que no le temían a este desastre natural porque creían que provenía de una deidad superior que les brindaba más fertilidad en la tierra y el agua. (Aquí cabe recordar la historia de la mujer que fue hallada petrificada y con ceniza en sus huesos).

Tulipe fue el sector final de la exposición, en el que se encuentra la cultura precolombina de los Yumbos.

El origen de esta tribu fue de Colombia que inmigró hasta Quito donde finalmente se asentó. La experta en historia resaltó que ellos tenían conocimientos en arquitectura y geometría. Por ejemplo, las “Piscinas ceremoniales” de Tulipe son una de las estructuras monumentales en el suelo construidas por esta tribu. Tienen forma de medialuna, rectangulares, cuadradas y otra es zoomorfa, es decir de forma similar a un tigrillo.

Todas ellas rodeadas con borde de piedra. El propósito de estas construcciones era para honrar a los dioses con ritos de purificación y agradecimiento.