Falacia de solidaridad de la Eurozona

Desde 2010 se adoptaron muchas medidas para “proteger a prueba de crisis” a la eurozona: reglas presupuestarias más ajustadas y del inicio de una unión bancaria, y en marcha nuevos esfuerzos para fortalecer el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), hoy destinado a servir como respaldo del Fondo Único de Resolución (FUR). En reunión reciente del Eurogrupo, los ministros de Finanzas de la eurozona coincidieron en reformas para permitir que los Estados miembro esencialmente “sólidos” accedan a líneas de crédito “contingentes” del MEDE si reúnen ciertas condiciones, y para que todos los contratos de bonos soberanos incluyan cláusulas de acción colectiva en 2022. Los hacedores de políticas públicas todavía debaten si crear o no un presupuesto y un esquema de seguro de depósitos de la eurozona. ¿Queremos una unión monetaria en que los Estados miembro sean individualmente responsables por sus políticas, o una basada en la solidaridad, distribución de riesgo y transferencias financieras. La reforma se ha centrado en introducir más redes de seguridad y respaldos, con presupuesto y seguro de desempleo y de depósitos conjuntos, etc. La suposición de que cuantos más riesgos se compartan más estable será la eurozona es una falacia. El problema de Europa es la falta de proyectos apropiados y una capacidad limitada al interior de los Estados miembro. El acuerdo para un presupuesto conjunto para recompensar reformas económicas domésticas supone que estas crean cargas financieras de gran escala a corto plazo. La evidencia empírica para sustentar tal argumento es inconcluyente. Un plan de seguro de depósitos de la eurozona es desaconsejable ahora por la escala de préstamos morosos en muchos Estados miembro. La necesidad inmediata es una reducción drástica de los riesgos de los balances. En riesgos futuros, el tratamiento regulatorio preferencial otorgado a los bonos del gobierno debe terminar. La deuda soberana debería estar cubierta con fondos propios y las emisiones de títulos gubernamentales tener un tope. En lugar de instalar cada vez más salvaguardas, es hora de resolver las verdaderas debilidades de la eurozona. La crisis de deuda soberana comenzó con posiciones fiscales débiles y dudas sobre la sustentabilidad de las deudas públicas, combinadas con déficits estructurales que llevaron a pérdida de competitividad. Las reformas económicas siguen siendo esenciales. A menos que los riesgos que surgen de la alta deuda pública se reduzcan sistemáticamente, los países de la eurozona estarán muy expuestos cuando golpee la próxima crisis. Debería lograrse que las reglas presupuestarias sean más transparentes, creíbles y ejecutables con sanciones automáticas contra la falta de solidaridad; reemplazarse el foco en los “déficits estructurales” por una regla de gasto más simple, menos dependiente del ciclo económico; y a cargo de una agencia fiscal europea independiente y creíble el control del presupuesto y la implementación y aplicación de reglas. Se necesita un código de insolvencia que devuelva credibilidad a la cláusula de no rescate del Tratado de Lisboa, y el nexo entre los gobiernos y los bancos debería romperse sin mayor demora. Los últimos esfuerzos de reforma son un paso en la dirección incorrecta