
Lo engorroso de ocupar la calle
¿Hasta qué punto el espacio público es público? ¿Existen en realidad aquellas trabas que mencionan a la hora de hacer uso de este?
El Comité Cívico Procentro de Guayaquil ha mencionado en varias entrevistas lo dificultosos que son los trámites municipales para el uso de espacios públicos. Algunos de sus miembros afirmaron en las páginas de EXPRESO sentirse desmotivados por esa situación. Otros ciudadanos, desde un colectivo civil, propusieron un programa denominado ‘Recuperando espacios públicos’, que pretende, dicho por sus activistas, “manifestar una resistencia de las prohibiciones y restricciones del uso de los parques y las plazas en la ciudad”.
¿Hasta qué punto el espacio público es público? ¿Existen en realidad aquellas trabas que mencionan a la hora de hacer uso de este? Las autoridades del Cabildo son claras. Hay un reglamento de lo que está permitido o no en el espacio público. Reglas que, a decir del director de Parques, Abel Pesantes, deben cumplirse para evitar descoordinación.
Dicta la ordenanza sobre el tema que espacio público son “las calles, plazas, parques, pasajes, portales, aceras, parterres, malecones, puentes y todos los lugares públicos de tránsito vehicular o peatonal (...)”. “Como toda actividad en la vida, obviamente hay limitantes. Más aún si se ocupará un espacio en que asisten niños”, especifica.
Entonces, ¿qué no se puede hacer allí? Algunas reglas son básicas: no usar las bancas para actividades ajenas a su fin, no subirse a los árboles, no utilizar las tomas de agua para fines particulares y no realizar actividades con fines de lucro, propagandísticos o religiosos... Otras apuntan a las actitudes de quienes hacen uso del espacio público. Está prohibido, por ejemplo, tomar bebidas alcohólicas y “los espectáculos que atenten contra la moral y las buenas costumbres”.
Esta última es polémica, a decir de Jéssica Agila, activista del colectivo pro LGBTI Mujer y Mujer. ¿Qué es moral y qué es inmoral? ¿El Municipio debe decidirlo? En 2012, en el exterior de la iglesia San Francisco, el grupo tuvo un roce con agentes de la Policía Metropolitana. Mientras hacían un plantón, se acercaron a decirles que se retiren porque no tenían permisos. Luego rompieron sus carteles. “A mí me maltrataron, me empujaron”, recuerda Lía Burbano, otra activista.
“Solicitamos permisos para plantones, marchas y siempre nos los niegan. Dicen que los espacios públicos son para otra cosa”, acota por su parte César Cárdenas, de Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos. Los miembros de esta organización no se complican. Igual realizan sus agendas. “Hemos hecho cosas creativas, lúdicas, que incluyen disfraces y música en vivo. No ha habido mayor problema”.
Tampoco Giovanni Burneo Lupino tuvo problemas cuando, hace algún tiempo, se tomó los exteriores del parque Centenario para hacer un miniconcierto de punk en calidad de protesta. Él es parte del colectivo Espacio Abierto de Ideas y, admite a este Diario, jamás se ha acercado al Municipio a solicitar permisos para sus actividades. “Te llenan de papeleos, de cosas que no son necesarias. Estamos muy institucionalizados. Eso está mal”.
Lo que hizo, sin embargo, no está permitido. No en ese lugar. Tampoco en el parque de la Simón Bolívar donde la semana pasada realizó un espectáculo musical. “No es posible realizar conciertos en donde no exista infraestructura para ello, como una concha acústica o un escenario”, aclara Pesantes. Pero da una solución: “En ese caso se sugiere, por ejemplo, el parque de la Kennedy, siempre y cuando no incumpla el límite de ruido, lo que se debe coordinar con la Dirección de Ambiente”.
Pesantes no cree que sea engorroso solicitar los espacios para uso de determinadas actividades. “Solo se hace llegar la solicitud. Más que una autorización es que nos permitan conocer qué actividad harán”.
“¿Qué ocurriría si en esa cita se provoca un daño al bien público? ¿A quién le reclamaría el Cabildo?”, ataja el director de Parques. El permiso incluye un compromiso del solicitante de dejar el área como la recibe. Ciudadanos como Enrique Bolaños apoyan esta postura. “Permisos, tasas y normas existen para normar el espacio público. Recordemos que en el pasado la 9 de Octubre era una feria libre”.
El experto en urbanismo Luis Alfonso Saltos recuerda que la Cootad ofrece al Municipio la potestad de regular y controlar el uso del espacio público cantonal. Pero regular quiere decir hacer un mapeo de actores que lo utilicen, precisa. “Si te quieres abrir al mundo turísticamente y como destino, debes respetar las ideologías y las preferencias. Hay que reconocer la diversidad cultural y brindar los espacios para esos grupos e institucionalizar actividades”.
Cuenca liberó el espacio para el arte
Una disposición transitoria emitida desde el GAD de Cuenca dispuso a inicios de este mes la liberación del espacio público para el uso de expresiones artísticas.
La petición la liberó el actor quiteño Francisco Aguirre, quien para este reportaje conversó con EXPRESO. “Diez años ha durado el diálogo. Nuestra lucha ha sido por la liberación total del espacio público. En Cuenca temían que se presenten mamarrachadas, pero a eso no hay que tenerle miedo. Sirve para que la gente mida la calidad de las propuestas que existen”, afirma vía telefónica.
La libertad de expresión es un derecho humano, recuerda Aguirre. Sugiere que en Guayaquil y en todas las ciudades tiene que haber un diálogo abierto entre autoridades y ciudadanía. “Está bien que haya reglas y leyes. Lo que no está bien es poner trabas”.
El escenario de Cuenca, a su decir, es complicado. “Mucha gente no sabe que en la Calle del Artista cobran $ 15 a los indigentes para que puedan dormir en la vereda. Ni siquiera gente del Municipio lo sabe. Y es una realidad”.
La ocupación del espacio público favorece a las urbes: “Neutraliza la delincuencia. Donde hay concurrencia, hay luz. Donde hay gente, no hay miedo”.