Wilson Andrade
Emprendedor. Wilson Andrade, propietario del restaurante La Balandra, en su local en el Yacht Club Guayaquil..miguel Canales

Un ingeniero apasionado por los mariscos creó La Balandra

Wilson Andrade es el personaje que está detrás del éxito del restaurante. Abrió el segundo local en el Yacht Club Guayaquil hace cinco semanas

Ingresar al Yacht Club Guayaquil, ubicado en el malecón Simón Bolívar, era un privilegio solo para los socios. Pero al funcionar allí, desde junio de este año, el segundo local de La Balandra, pueden ingresar todas las personas. Esta negociación se hizo en más de un año.

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El primer local está en el Mercado del Río. El restaurante guayaquileño ha escrito su historia de éxito con una visión empresarial en la que fue fundamental saber levantarse cuando la situación económica del país lo golpeó. La Balandra ha estado en algunas ubicaciones.

Diario EXPRESO visitó este restaurante, que a las 12:30 ya lucía lleno de clientes, para que su dueño cuente su historia. Impresiona su postura, ya que Wilson Andrade viste la camiseta que es el uniforme de sus colaboradores y se acerca a saludar a quienes lo llaman incluso para tomarse una foto con él. Son acciones que ya cuentan parte de la historia de éxitos de La Balandra bajo la gestión de Andrade.

Clientes en La Balandra
Deleite.- Al mediodía, el restaurante se llena de clientes que degustan los platos elaborados con mariscos.Miguel Canales Leon

Lo primero que destacó Andrade en la entrevista es que él se define como un ‘cangrívoro’ y ‘cangrifilólogo’.

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Recordó con emoción que tenía 19 años cuando compraba cangrejos en el Mercado del Sur, donde ahora queda el Palacio de Cristal. “Siempre bajaba hasta la canoa y compraba la plancha que estaba abajo de una pila, porque sabía que esos eran los cangrejos más grandes, capaces de resistir el peso de los demás. Al regresar a casa era el encargado de prepararlos para la familia. Yo, feliz de haber conseguido unos carapachos que medían seis dedos de ancho”.

Andrade es ingeniero civil, pero su pasión por el cangrejo lo llevó a crear su primer restaurante, Manglar, en 1985. Además del amor a la cocina, lo hizo como terapia porque fue cuando le diagnosticaron cáncer a su papá, “y él para mí no solo era mi padre, sino también mi mejor amigo y con quien trabajaba en el sector de la construcción. Entonces unir mi gusto por la construcción y la gastronomía fue una terapia para mí. Edifiqué y decoré ese restaurante con mis propias manos”, contó con orgullo.

El Manglar, donde vendía una gran variedad de platos con marisco, estaba en Urdesa. “A los seis meses llegó un empresario con la propuesta de comprarlo al precio que le indicara. Y aunque le pedí 20 millones de sucres, me hizo una contraoferta de 17 millones de sucres y yo acepté, porque era un buen negocio venderlo. Con ese dinero me compré una hacienda y sembré maíz y arroz”.

Luego vendió esa hacienda y se dedicó a construir camas eléctricas. La primera la elaboró para su padre. “No fue mi intención dedicarme a hacer camas eléctricas, la hice por dar comodidad a mi papá y a mi mamá, que lo atendía. Pero las personas que visitaban a mi padre vieron la cama y un día recibí una llamada de la Junta de Beneficencia, que me solicitó que les elabore 40 camas. Después me las pidieron del Hospital Carlos Andrade Marín de Quito y otros más”.

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Pero como siempre mantuvo viva su pasión por la gastronomía, en septiembre de 1993 abrió La Balandra en las calles Quinta y Las Monjas. Asimismo, se encargó personalmente de la decoración.

MenúLos platos más solicitados son la crema de cangrejo, el caldo de salchicha de cangrejo, espuelas de cangrejo y el aguado de concha macho.

A mi restaurante han ido artistas como Celia Cruz, que ingresó gritando ‘patacón pisao’, con su característica alegría y risa. Ella se hizo amiga de mi mamá, siempre se mandaban cartas. También estuvo Alberto Cortez con Facundo Cabral, que no solo se deleitaron de la comida, sino también de la música en vivo que tenía. Ellos se quedaron tres horas. La lista de clientes es larga: políticos, presidentes, alcaldes, prefectos, gobernadores, etc.”.

Pero en este camino de emprendedor también ha tenido que superar épocas de ‘vacas flacas’. Por ejemplo, cuando llegó el feriado bancario. “En esa época pagaba 17 millones de sucres y con la crisis me subió a 51 millones de sucres”. Tuvo que cerrarlo.

El local de Salinas también tuvo que cerrarlo cuando estalló el conflicto armado entre Ecuador y Perú. Ningún turista viajaba a este destino por temor.

Lo último es que tuvo que resistir la crisis económica generada por la pandemia de COVID.

Andrade destacó que la clave de su éxito ha sido tener confianza en su producto y en sí mismo. Está convencido de haber nacido para ser una estrella de la gastronomía. Además de ser honrado con los clientes, trabajar desde temprano hasta la noche, aprender a llorar en silencio y no dejarse vencer. Él se encarga de las compras, asegurándose de que los productos sean frescos y los mejores.

También tiene planes de abrir locales en Quito, aunque todavía no se ha fijado una fecha para ello.