Desprecio al consumidor

La mañana del jueves pasado nos sorprendimos desagradablemente, si es que acaso hay todavía razones para sorprenderse por algo, ante la demostración de fuerza de los gremios de taxistas para obligar al Gobierno nacional el impedimento del servicio que prestan las plataformas Uber y Cabify, mediante el bloqueo de estas en el espectro radioeléctrico.

Mientras que el ministro de Telecomunicaciones, Andrés Michelena, exponía en otro lugar el Lanzamiento de la política para convertir al país en un Ecuador digital, los periódicos mostraban fotos intimidantes de los agremiados, reclamando a sus colegas que no plegaban al paro. La vuelta al pasado.

Se olvidaron de algo: los ciudadanos tienen derecho a elegir un mejor servicio y si Uber y Cabify, con las limitaciones que tienen, son una opción mejor, los agremiados tienen que cambiar o reducirse cada vez más.

Como decía un tuit: “Señores taxistas, aprendan a competir”. Y otro: “Mensaje a todos los taxistas: yo decido cómo y con quién transportarme. Uds. no me van a obligar a usar su servicio”.

El problema de la movilización en las ciudades en el siglo XXI, es un problema de calidad de vida, de seguridad y de eficiencia. No puede estar supeditado a humores o caprichos de quienes todavía consideran que su servicio es un favor al cliente. Esto es sencillamente inaceptable para los ciudadanos, incluso para los de los países “emergentes” como los nuestros. ¿No deberían más bien quienes protestan, preguntarse por qué cada vez más personas prefieren Uber, Cabify o cualquiera de las plataformas existentes?

Un país con economía digital, inexorablemente va dejando formas caducas de concebir y de prestar los servicios.

Hacer una demostración de fuerza como la del miércoles pasado es la confirmación de que los taxistas agremiados no tienen argumentos a favor de su tesis ni ningún interés en mejorar el servicio. Quieren lo mismo de siempre.

El Estado no puede ceder ante presiones injustificadas ni caer en el intervencionismo que vulnera las libertades.