cocina comunitaria en Esmeraldas
Acciones. Varias madres de familia se han agrupado para juntar utensilios y aportar con mano de obra.Luis Cheme

Una cocina comunitaria que está lejos de calmar el hambre

Permanece la escasez y complica la preparación de los alimentos para Esmeraldas. Sin embargo, los mayores donantes son de la misma provincia

Érika Chérrez padece leucemia linfoblástica aguda hace 10 años, pero eso no frenó su espíritu solidario y desde este último lunes está al frente de la cocina comunitaria que instalaron un grupo de moradores del barrio Nueva Concordia 2, ubicado en el sur de la ciudad de Esmeraldas, uno de los sectores afectados por las inundaciones registradas el domingo pasado.

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La mujer, de 34 años, se dedica a la formación de emprendedores, pero preparó fideos con atún, arroz blanco y una sopa de hueso carnudo para entregar en los barrios 24 de Mayo y La Propicia 4, donde la gente sigue sacando lodo de sus casas y tratando de recuperar lo poco que les dejó el paso devastador del río Teaone.

Érika viaja casi una hora para preparar los alimentos de los damnificados. Cuando todo está listo, entre todas llenan u ordenan las raciones para ser trasladadas a los distintos sectores. Los alimentos se preparan con las donaciones de los mismos vecinos o esmeraldeños de otros sectores de la provincia.

Mientras que el Frente de Profesionales de Esmeraldas donó arroz, fideos y latas de atún. Sin embargo, las donaciones no ayudan a cubrir la alta demanda de alimentos que existe en los albergues y en las zonas afectadas.

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Ayer se repartieron más de 200 raciones en dos sectores de la Ciudad Verde. “Nos rompe el corazón llegar a casas donde hay 10 personas y no poder darles a todos. Solo les dejamos dos o tres almuerzos para que con eso puedan ayudarse”, asegura Chérrez.

Érika dice que por momentos siente decaimiento mientras está en la cocina. El martes le salió sangre por la nariz, a causa de su enfermedad, pero ni eso hizo que desistiera en su intención de ayudar a los más necesitados. Incluso debía ir a una cita médica, pero la postergó para no dejar de colaborar.

“En estas situaciones es que se ve la hermandad. La ayuda de las instituciones no está llegando, por eso tenemos que ayudarnos entre nosotros”, afirma Érika, mientras limpia el hueso con unas hojas de limón porque la fruta fue utilizada para hacer el jugo de los almuerzos.

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Sin embargo, surgió la idea de crear una cocina comunitaria este último lunes, cuando llegó al barrio Nueva Concordia 2 y madres, niños y familias enteras tenían más de 24 horas sin probar alimentos porque habían perdido sus cocinas, ollas y platos. Eso le estremeció el corazón y decidió, junto a otras mujeres del sector, preparar los alimentos primero para la gente del barrio, pero con el paso de los días la ayuda se ha extendido a otros barrios.

“Cuando llegue tenían comida que les habían donado, pero no tenían ni ollas ni cocinas. Yo traje todo eso de mi casa para poder adecuar el sitio”, relata Érika.