Ahora: cien dias de accion
Se presume que el ejercicio de la honrosa función de gobernar un país puede definirse como un período de actividad incesante, permanente.
Sin embargo, bien se sabe que resulta obligatorio en quien gobierna el preservar espacios para la reflexión, para la consulta, de modo que sus trascendentales decisiones no sean únicamente el producto de la improvisación o de “impromptus” de su temperamento. Peor todavía, resultado del afán de venganza o el cobro de antiguas y arraigadas frustraciones. Mala experiencia tiene el Ecuador al respecto.
Por eso, luego de cien días transcurridos en relativa armonía, que han generado un nuevo clima en cuanto a la relación del gobierno nacional (léase fundamentalmente Lenín Moreno) - sociedad civil, bien conviene hacer un llamado a incrementar la velocidad de la toma de decisiones, sin caer, por supuesto, en las desviaciones que arriba se expusieron.
Conste que no se está señalando que haya existido ausencia de decisiones. Negarlo sería necio puesto que la sola mención de la restauración del diálogo como mecanismo para la solución de los conflictos es prueba en contrario. Sin embargo, y sin otro ánimo que evitar el riesgo de que los días pasen sin enfrentar problemas fundamentales como la crisis económica, bien conviene que el jefe del Estado decida no otorgarle tanto valor y resonancia a los quejumbrosos trinos que llegan desde Bélgica.
De lo que pareciera, tendrá que soportarlos todo lo que dure su periodo presidencial, bajo la confianza de que si continúa su esfuerzo por evidenciar la realidad económica que recibió, mantiene su lucha contra la corrupción y rectifica ciertos nombramientos de funcionarios que parece no están dispuestos a aceptar sus lineamientos, el país lo respaldará con enorme entusiasmo y gratitud, cualquiera sea la circunstancia que se deba enfrentar.
Lo que ahora ocurre, pese a que le otorga enorme simpatía en lo personal, es que los ecuatorianos todavía no sienten la confianza requerida en su gobierno, puesto que existen gestos equívocos que impiden consolidarla.
Siendo evidente que cuenta con un interesante equipo, no puede ser que el presidente de la República deba ser quien únicamente continúe enfrentando los criterios discrepantes que, por paradoja no infrecuente en el Ecuador, surgen sobre todo, desde su partido.