
Al Centenario le falta variar la oferta cultural y comercial
De las 308 casas que existen en el Barrio del Centenario, 51 han sido declaradas como patrimonio de la ciudad.
Xavier Flores camina poco por el Barrio del Centenario, su hogar desde hace más de tres décadas. No lo hace -asegura este abogado constitucionalista- porque no hay ninguna oferta comercial o cultural que lo atraiga. Esta es una consecuencia de la carencia de políticas públicas, explica.
A ello suma que, la migración de sus habitantes en los últimos años, ha convertido al sector patrimonial en una zona solitaria y oscura por las noches, derivada también de la falta de espacios de encuentro vecinal. Sin embargo, -se consuela este morador del sur de la urbe- cree que el sector tiene gran potencial para mejorar.
“Existe un abandono de cualquier tipo de política para rehabilitar el barrio, como no haya sido la regeneración urbana, que es una política genérica. Lo que siento como habitante es que el barrio se sostiene por inercia, porque alguno que otro (habitante) ocupa los lugares, pero no hay una política que busque rescatar el espacio desde la comunidad”, sostiene.
Flores lo califica como un retroceso social, en lo que refiere al ambiente de barrio en mancomunidad. Algo que, durante los años 80 -cuenta- podía reflejarse en eventos como olimpiadas y festivales. “Había un ambiente de camaradería y de cercanía mucho más intensa. Ahora eso ya no existe, el barrio no tiene ese tipo de intercambios. Es muy poco transitado”, manifiesta.
Su idea se complementa con la del arquitecto y urbanista Óscar Valero. Aunque él no vive en el Centenario, lo conoce bien, indica, porque reside en un sector aledaño, el Barrio del Astillero. El problema del Centenario -opina Valero- radica en que los permisos de uso de suelo comercial son parcializados, es decir, que solo se ‘acumulan’ en ciertas áreas del Centenario, lo que convierte a otras en “zonas muertas”. Para él, la solución es promover nuevos espacios de comercio y cultura, a través de la facilitación y estímulo de permisos de uso de suelo comercial, justamente en los sectores que quedan solitarios cuando cae el sol.
A este problema, Valero suma otros como la escasez de espacio público, como áreas verdes, el acceso limitado al transporte público desde la zona residencial y la corta amplitud de aceras junto a la poca arborización, que no permite al peatón un paseo confortable, menciona.
Sin embargo, hace énfasis en que tampoco se está cuidando la “esencia del Centenario”. Se refiere a las casas patrimoniales, donde han vivido ciertos grupos de poder relacionados al sector político, empresarial y bancario.
“He visto el cambio en la fachada de las casas, sin control de cómo debería hacerse. Si este es un sector patrimonial, lo óptimo sería que el Instituto Nacional de Patrimonio vigile los cambios que hacen los propietarios en las casas”, dice.
Flores piensa que, incluso, Barrio del Centenario puede convertirse en un polo de desarrollo del centro. “Debe cambiar el aspecto únicamente residencial y se debe aumentar la oferta cultural, de manera controlada. Pueden ser actividades recreativas, teatro, gastronomía, espacios comunales”.
El arquitecto independiente, Walter León, quien reside en un barrio en el sur de Guayaquil, piensa que, además de potenciar al Centenario se debe trabajar en sus barrios vecinos, uno de ellos, el Cuba. “Ese barrio tiene todas las condiciones, cerca al río, para que la autoridad edifique un malecón. Eso serviría como un punto de encuentro para quienes residimos en el sur”, recomienda.
León no halla muchos problemas urbanísticos en el Centenario, pero ve potencial en la plaza, donde antes funcionaba el cine Inca. “Ahora solo funciona una notaría, un banco y un gimnasio. Después de la noche todo es oscuro y abandonado”, expone el experto.