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Babahoyo, en la encrucijada del coronavirus

Hay cinco casos nuevos, con síntomas leves. EXPRESO habla con la hermana de la primera contagiada. Hasta ayer, no estaba vigilada

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Babahoyo. Las personas han decidido usar mascarillas de protección como medida preventiva, pero también recurrir a métodos como rociarse alcohol en todo el cuerpo.JUAN FAUSTOS

Charito Lamilla palmeó y saludó a la paciente diagnosticada como el primer caso de COVID-19 en el Ecuador, pero no está vigilada. Son las 12:30 en Babahoyo, y la mujer de 61 años habla y saluda a sus vecinos con naturalidad. Nadie le ha dicho que debe estar en cuarentena, asegura a EXPRESO. Ha salido a la calle con normalidad aunque, afirma, no ha atendido en la última semana su negocio, donde también reside, ubicado en la planta baja de un edificio en las calles 10 de Agosto y Juan Montalvo, en el centro.

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Es la hermana de la mujer que aterrizó en un vuelo directo de Madrid y que, a los dos días, empezó a tener síntomas que medio mes después se confirmaron como neumonía por coronavirus. Pero no está entre los cinco nuevos casos de familiares cercanos a la primera paciente que recibieron ayer un diagnóstico positivo del virus, según informó la ministra de Salud, Catalina Andramuño, en rueda de prensa. Los cinco están estables y han desarrollado síntomas leves, tranquilizó la ministra.

Lamilla se asoma al pasillo de su casa, detrás de una reja descascarada y corroída, mientras bebe suero. “El sábado tenía dolor de cabeza, pero nada más”, cuenta. Inmediatamente explica que es normal. “Siempre me ha dolido la cabeza. Me tomé paracetamol y se me pasó”, pronuncia con un tono desganado y pausado.

Se preocupan demasiado. Puede haber, como no, no se sabe, porque tampoco nos dicen nada. El Ministerio no viene.

Jacinto Selaya, morador del centro de Babahoyo.

Son las 12:45 y, mientras la mujer da detalles a este Diario, le suena el teléfono. Es el Ministerio de Salud Pública (MSP). La llaman por primera vez, afirma. “Sí, ¿diga?”, contesta. Le preguntan si ha tenido síntomas. “No, ayer me dolía la cabeza y me tomé paracetamol. No me he tomado la temperatura, pero siento una cierta ‘calentura’. Aquí estoy hablando con una periodista de EXPRESO”, le hace saber.

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El contacto con su hermana (ahora internada en el Hospital del Guasmo en Guayaquil por ser portadora de coronavirus), recuerda, sucedió el pasado 16 de febrero, dos días después de que su familiar llegara de España, donde habría adquirido la enfermedad. “Fue en un piscinazo que hicimos con la familia. (...) Estuvimos alrededor de 15 personas”, detalla.

Pese a la exposición, se lamenta por no haber sido incluida dentro del círculo de familiares sometidos a vigilancia para evitar que el virus se esparza más. Ni le han hecho exámenes ni tampoco estaba en la lista de 149 aislados que manejaba el sábado el Gobierno Nacional, según relató. Ayer en la tarde, Salud elevó la cifra de vigilados a 177 y confirmó los nuevos cinco casos.

Estamos a la expectativa a ver qué pasa. La gente se alarma, pero deben estar tranquilos. Así es cada vez con una enfermedad nueva.

Marco Flores, trabajador de una entidad pública de Babahoyo

EXPRESO consultó a la autoridad máxima de Salud sobre el caso de la hermana de la paciente primaria y las razones por las que no está en cuarentena como el resto de parientes, a lo que aseguró que Lamilla “no es hermana de la señora”. “Hablamos con los familiares y nos dijeron que todos están cumpliendo el aislamiento tal como el Ministerio lo ha previsto. Tres veces al día va el personal y certifica que estén cumpliendo el aislamiento”.

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Ayer durante una rueda de prensa del Ministerio de Salud, Franklin Bajaña, director de Estrategia de Prevención y Contagio del MSP, dijo que las 177 personas que están siendo vigiladas, están acompañadas por personal médico de la cartera de Estado. No queda claro entonces por qué una de las hermanas ha quedado fuera del cerco.

En la cuadra donde reside Charito, los negocios siguen abiertos, como en Guayaquil. Pero la percepción de riesgo que ha invadido a la ciudadanía dejó ayer en la urbe instantáneas de negocios vacíos y calles despobladas. En Babahoyo, además, hay quien decidió rociar espontáneamente con alcohol a todo aquel con quien se cruzara. “Esto es para ayudar. De algo nos debe servir. Aquí vive la familiar de la señora, que sabemos tuvo contacto. Pero jamás vimos entrar a los señores del Ministerio de Salud. Ellos no aparecen”, contó Gioconda Jaime, propietaria de un local al frente de la casa de Charito.