Hacia un apoyo

No cabe duda que el paisaje político ha dado un vuelco total desde la salida de Correa. Su aire ya no asfixia como el que se aspiraba en el régimen anterior, la voz de la sociedad ya no está restringida por el miedo que derivaba del autoritarismo y la prepotencia, y la palabra del actual presidente ya no es la antesala de castigos oficiales y de sentencias elaboradas.

La sociedad ecuatoriana entró, bajo la presidencia de Moreno, en un momento de tranquilidad y paz. Las medidas tomadas por él, a pesar de sus limitaciones, abren perspectivas que requieren impulso y apoyo. En esa línea, la convocatoria a los diálogos es una iniciativa que necesita traducirse en acciones concretas. Es lógico pensar que en los tiempos establecidos para que ello ocurra se harán presentes dificultades, obstrucciones y problemas. Cómo enfrentarlos, resulta entonces el nudo a destrabarse. Frente a ello, el conjunto de los temas afrontados por el presidente, si bien han generado expectativas, requiere de adhesiones colectivas, visibles y representativas, y presencia social de decidido apoyo. Estos soportes, tal como están las cosas al interior del partido oficialista, no pueden provenir de él. AP se halla en un franco y rápido proceso de resquebrajamiento y, tal como se precipita, de debilitamiento total y probable desaparición. Los militantes “fieles” de ese colectivo que se apoyó en la estructura estatal para crecer hasta convertirse en el instrumento dominante en el destartalado sistema de partidos, integran un mínimo grupo de repetidores de consignas, lugares comunes e improperios. Se identifican a través de un cansino y fraseológico ataque al jefe de Estado, coinciden con el rostro de amargura y furia de su “ausente” líder, pero de ninguna manera garantizan que puedan mantenerse al frente de un proyecto organizativo que los dote de fuerza y capacidad de acción.

Moreno necesita, a más de la confianza que ha creado, una base de apoyo, con capacidad para lograr alianzas y garantizar la legitimidad de su gestión.