Altos del Golan: la imprudencia de Trump
¿Cuál ha sido la peor decisión del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump en política exterior? Bastante mal estuvo la retirada del acuerdo climático de París. Salirse del pacto nuclear de 2015 con Irán transmitió la señal de que Estados Unidos no honra los acuerdos internacionales firmados por gobiernos anteriores. Luego se dio la exitosa intimidación a la Corte Penal Internacional, que puede tener terribles consecuencias para la gobernanza global y la paz mundial. Pero la peor decisión de Trump no recibió la atención que merece. Con el repentino reconocimiento, el 25 de marzo, de la anexión ilegal de los Altos del Golán por parte de Israel en 1981, Trump abandonó (con su habitual arrogancia) un principio que ha sostenido la estabilidad internacional desde la II Guerra Mundial: la prohibición de conquistar territorio por la fuerza. El reconocimiento de la anexión israelí establece un precedente sumamente peligroso para Medio Oriente y el resto del mundo. Desde 1945, todos los países del mundo han repudiado unánimemente la expansión territorial por la fuerza, para desalentar la invasión y ocupación de países débiles por vecinos más fuertes; todo intento de violar este principio (como el de Irak en Kuwait, Rusia en Ucrania e Israel en Jerusalén Oriental y el Golán) ha sido universalmente condenado. El principio figura en el preámbulo de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de NN. UU., aprobada a continuación de la Guerra de los Seis Días que se libró en 1967 en Medio Oriente, durante la cual Israel arrebató a Siria los Altos del Golán. Y ha sido un principio fundamental del derecho internacional desde mediados de los 90. Los funcionarios estadounidenses han intentado justificar la decisión de Trump con el argumento de que Israel obtuvo los Altos del Golán en una guerra “defensiva”; que Siria está en medio de una guerra civil, y que su líder actual, el presidente Bashar al-Asad, no merece recuperar ese territorio. Pero el argumento de la guerra defensiva hace agua por todos lados. Gobiernos occidentales, organizaciones internacionales de derechos humanos y expertos juristas (incluidos algunos de Israel) coinciden en que al prohibir la obtención de territorio por la fuerza, el derecho internacional no hace distinción entre guerras defensivas y ofensivas. Sucesivos gobiernos estadounidenses (demócratas y republicanos), independientemente de su apoyo a Israel, se abstuvieron por décadas de reconocer las acciones israelíes unilaterales en Jerusalén Oriental y los Altos del Golán, e insistieron en la aplicación de la Convención de Ginebra. Pero la administración Trump ha revertido imprudentemente esta vieja política estadounidense. Ha negado la existencia de una ocupación israelí, ha trasladado la embajada estadounidense a Jerusalén, ha reconocido la ilegal anexión israelí de los Altos del Golán y se ha negado a discutir los planes de Netanyahu de anexar partes de Cisjordania. Las acciones de Trump no ayudarán en nada a la causa del plan de paz entre Israel y Palestina que EE. UU. dice estar preparando. Y los efectos de su imprudencia en relación con los Altos del Golán tampoco quedarán confinados en Medio Oriente. Es posible que las consecuencias más peligrosas de la peor decisión de Trump en materia de política exterior todavía estén por verse.