Lo que empezó con una leve presencia de una columna de humo cerca de Oyambarillo, en el nororiente de Quito, desembocó en uno de los incendios forestales de gran consideración para la ciudad. Esto tras la expansión del conato hacia las parroquias rurales de Pifo, Puembo, Tumbaco y Tababela.

Desde las 12:00 del miércoles 6 de septiembre hasta la fecha han transcurrido más de 24 horas para sofocar el flagelo, pero este solamente ha sido controlado, más no liquidado, indicaron las autoridades.

Solo en las dos últimas semanas se contabiliza la incineración de 150 hectáreas de zonas verdes, principalmente en quebradas del valle de Tumbaco y Los Chillos. En el reciente siniestro se consumió el 40 % de la totalidad, es decir, 60 hectáreas de terreno hábil.

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Así lo dio a conocer el capitán Freddy Oña, experto en investigación de flagelos del Cuerpo de Bomberos de Quito, quien además reveló que en el primer episodio reportado hace dos semanas, en el sector El Chiche, las investigaciones determinaron que este fue provocado por la mano del hombre. Entonces, el conato de incendio tuvo origen en la fabricación artesanal de carbón.

“Todo esto se da por la mano del hombre. Hemos aportado con la campaña preventiva, capacitaciones a la gente de las zonas rurales, principalmente, para que eviten quemar material orgánico y de otro tipo, pero el problema es que no hay cultura preventiva. Es por esto que el señor alcalde ya ha dispuesto aplicar en adelante sanciones severas, económicas e incluso ajustadas al Código Orgánico Integral Penal (COIP)”.

La disposición de tomar fotografías, videos y cualquier otro tipo de evidencia de quienes incurran en estas prácticas prohibidas serán claves para remitirlas a la Agencia Metropolitana de Control (AMC), entidad que deberá sancionar a los responsables de estos eventos.

Según las estadísticas y el mapa de riesgos que maneja el equipo de casacas rojas, en todo el Distrito Metropolitano de Quito existen 51 puntos susceptibles a incendios de gran escala. De estos, 15 son los más críticos y por ende los que más atención y monitoreo demandan por parte de las autoridades.

Una parte de ellos se encuentran en los valles de Tumbaco, Puembo y Los Chillos.

La preocupación de la población aledaña a estas zonas recae en que nuevamente se activen los focos de calor que todavía persisten en Tababela y Puembo. Ante eso, el jefe de los casacas rojas, Esteban Cárdenas dijo que se monitorea las zonas con cámaras térmicas y drones, pero las próximas horas de la tarde serán las decisivas.

“Pasadas las 16:00 la velocidad del viento se incrementa de 5 kilómetros por hora a 60. Con esto se corre el riesgo de que las llamas puedan encenderse nuevamente. Si se supera esa hora sin ninguna novedad se podrá declarar liquidado el fuego”.

Mientras tanto, los uniformados se mantendrán desplegados en estos dos espacios que se redujeron a tierra muerta y las tareas de enfriamiento continúan.

Desde las Fuerzas Armadas también hubo un pronunciamiento, quienes trabajaron en conjunto con los bomberos. Para esta emergencia se dispuso de 100 militares de la Brigada Aérea 15 Paquisha y de un helicóptero con un bambi bucket para sofocar las zonas que todavía representarían un riesgo.

“Su trabajo es buscar ojos de agua en las cercanías del sector nororiental para desde estos reservorios trasladar el líquido, lo antes posible, al sector donde se reporta el flagelo”, señalaron.

Hugo Sandoval, ingeniero forestal y experto en medioambiente, se refirió al tema y explicó que este tipo de eventos que son producto de la quema indebida de desechos de la agricultura u otro material orgánico desembocan en la destrucción del terreno, convirtiéndolo en una zona infértil.

“Cuando las llamas pasan la tierra pierde sus propiedades y se queda inútil. Ni siquiera para que crezca hierba mala, como normalmente se llama, sirve, mucho menos para pensar en cultivar algo o sembrar un árbol o planta. En promedio deben transcurrir 10 años para recuperar en algo la vida en estos sitios. Eso siempre y cuando no haya un nuevo incendio y se dé el debido tratamiento al terreno”, añadió.

Otro de los efectos colaterales en el ecosistema que mencionó el experto fue en la migración o extinción de especies endémicas tanto en fauna como en la flora. 

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