Es lunes, 10:30. La temperatura alcanza los 25 grados centígrados y el tráfico en las calles Chile, Borrero y Galápagos, Centro Histórico de Quito, es más pesado de lo habitual. Un grupo de 10 obreros se adueña de estas arterias y cierran el paso.

Ellos son los encargados de devolver la vida y restaurar la forma de las 26 calles patrimoniales que todavía conserva la capital, localizadas en el casco colonial y también en la Bosmediano y Guápulo, al norte.

Los registros del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) y su directora, Angélica Arias, así lo corrobora, quien además añade que, a partir de archivos históricos conocieron que estas vías fueron edificadas entre 1890 y 1900, con piedra silliar, un sedimento de origen volcánico, cuya primera utilización se efectuó en la época preincaica, cerca del año 1500 después de Cristo.

Pero de las piedras originales queda poco, al menos un 50 %. Esto debido al mal uso de los bienes que le han dado los ciudadanos que circulan a pie o en vehículo por estas calles. El paso del tiempo, así como las protestas civiles registradas en estos puntos han sido los factores que han acelerado su reemplazo por otras estructuras de similar importancia y durabilidad.

“Son 360 hectáreas que tiene el Centro Histórico y a cada uno de estos espacios les damos mantenimiento porque reviven momentos que marcaron nuestra historia y por eso es que hoy por hoy gozamos de grandes reconocimientos a nivel cultural y patrimonial”, añade Arias.

En la calle García Moreno, frente al palacio de Carondelet por ejemplo, se cambió toda la estructura silliar por un adoquín especial de colores, fabricado para uso exclusivo de este rincón capitalino.

Como menciona la directora, la finalidad no solo es conservar en buen estado el patrimonio de la ciudad, sino además otorgarle exclusividad y genuinidad, como en las siete vías que actualmente están en regeneración: Bolívar, Chile, Montúfar, Joaquín Paredes, Bahía de Caráquez, Galápagos y Borrero.

A cada una se le atribuyó un nombre representativo y su origen se guarda celosamente en los registros de la historia de la ciudad. Es así que la calle Chile se nomina de esta manera porque fue la calificación primitiva que recibió como asentamiento, cuyo origen quichua significa zona alta y fría.

Con respecto a la Montúfar se conoce que fue en memoria de Carlos Montúfar, el pacificador de la Corona, quien encontró en el bando independentista su destino, hasta ser fusilado por los realistas.

Hoy, 132 años después, la conservación de estas calles que esconden memoria histórica y forman parte de la identidad quiteña intentan mantenerse vivas a través del programa de rehabilitación integral que realiza el IMP, entidad que invertirá cerca de 360 mil dólares en la reparación de siete espacios viales, durante seis meses aproximadamente.

¿En qué consiste la readecuación de estas calles? Los técnicos a cargo de la obra mencionaron que realizarán nuevos procedimientos para evitar un mayor desgaste del material silliar vigente.

Primero removerán todo el material volcánico, luego realizarán la construcción de canales, cada cinco metros de distancia al menos, donde se edificarán unas brebas o estructuras de hormigón armado, las mismas que serán fundidas con cemento y piedra. Estas brebas cumplirán la función de retenedores de la cama de piedras que se colocará delante de sí. Al final se pondrá la piedra silliar como en un rompecabezas, una junto a otra, pegadas con cemento.

La finalidad de esto es evitar que ellas se desprendan o sean extraídas de su posición original.

Según el jefe de obra, la iniciativa de encementar fue adoptada porque el constante flujo de autos y buses, principalmente, ocasiona que este material se deteriore mucho más y con el paso del tiempo da lugar a la formación de huecos.

“Esto lo hacemos para rescatar la importancia simbólica histórica y devolverle la imagen urbana a una de las ciudades más importantes del país”, aclara la directora del IMP.

En la planificación consta intervenir las 26 calles registradas y también recuperar los ocho kilómetros de piedra del Camino del Inca, en el sur de la urbe, espacio que fue declarado patrimonio mundial y que como cada rincón de Quito tiene mucho por develar.