La irregular Feria Internacional del Libro de Quito (FILQ) tendrá una pausa este año. Lo anunció Verónica Mosquera, directora de la Red Metropolitana de Bibliotecas (RMB), durante la segunda jornada de la Asamblea del Libro que se realizó los días 22 y 23 de junio en la Universidad de las Artes.

Hasta antes del cambio de alcalde, en mayo pasado, había expectativa sobre los avances que pudieran hacerse para la edición de la FILQ de este año. La nueva sede, se sugirió, sería el Centro de Convenciones Metropolitano de Quito, al norte de la ciudad, y en el Presupuesto Operativo Anual (POA 2023) de Secretaría Metropolitana de Cultura (SECU) se le asignaban $ 311 mil.

Este mes la cifra puede cambiar si así lo decide el Municipio, y el resto de avances irán al archivo. Recién en la segunda o tercera semana de noviembre se realizará el “evento preparatorio” para retomar la Feria el próximo año. “El alcalde Pabel Muñoz nos ha pedido que este proceso concluya antes de fin de año”, le dijo Mosquera a los editores y libreros en la UArtes.

A cinco meses del nuevo encuentro su presupuesto no ha sido confirmado por la SECU ni por la RMB. Tampoco se ha definido cómo se conformará el Comité editorial de la Feria postergada para que, en el corto plazo, su sostenibilidad no dependa solamente del gobierno local.

“La Feria de Quito permitió que el Conde Mosca existiera como librería desde 2016”, dice el escritor Marcelo Recalde. “Ahí la venta es poderosa porque va mucha gente, se mueve por redes sociales y publicidad. Los ingresos nos permitían conseguir libros al año siguiente, ahora tenemos que pedir préstamos para apostar por el libro”.

El librero cuestiona que la FILQ se “politice” y se trate de distinguir entre librerías comerciales e independientes. Seguir en reuniones, insiste, “dificulta el alquiler de un espacio para que las librerías y editoriales puedan llevar su propuesta a los lectores; eso debieron hacer las autoridades desde principios del año”.

Durante el reciente III Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura en Guayaquil, la Asamblea del Libro contó con la participación de 50 personas de forma presencial y 25 a través de Zoom. Recalde no pudo participar por su trabajo en Quito.

Esa Asamblea, en palabras del editor y librero Germán Gacio, es otro espacio de encuentro, no un mecanismo de representación del sector editorial.

Lo que Verónica Mosquera define como “encuentro de la industria editorial” se realizará durante cuatro días a mediados de noviembre de 2023. No se ha definido el lugar, pero la funcionaria anticipa que convocaría a otros actores de la industria editorial, como diseñadores, ilustradores, impresores, traductores y correctores de textos.

La programación incluirá talleres dedicados a lectores jóvenes e infantiles. Una jornada de dos días será para capacitación y rondas de negocios que seguirán modelos como los aplicados en Bogotá y Buenos Aires, ciudades que tienen ferias destacadas a escala mundial.

Algunas temáticas se tratarán en mesas con expositores, una estará dedicada a la FILQ específicamente, por sugerencia de la historiadora Valeria Coronel, actual titular de la SECU. El modelo de gestión volverá a ser la contratación de una empresa productora, explicó Mosquera. “Los procesos públicos de compras y contratación son larguísimos”, pero aún no hay condiciones para cambiar ese mecanismo en la RMB.

En noviembre su agenda coincidirá con: la Feria del Libro Cuenca, el Encuentro de Editoriales Independientes Libre Libro (UArtes), el Encuentro de Literatura Independiente UCG (Universidad Casa Grande) y el Festival del Libro de Poesía de Guayaquil Ileana Espinel.

• Retorno. El año pasado, el Centro Cultural Metropolitano volvió a ser sede de este evento. Por las críticas de la organización se creó la Asamblea del Libro.

• $ 528 mil dólares fue el presupuesto en 2022 y se retomaron visitas de autores extranjeros.