Editoriales

Qué oficio tan vil

El ejercicio de la política hoy ha perdido tanto brillo que ya no se atribuye a representantes del entretenimiento la responsabilidad de haber bajado de nivel el debate. Ahora, es el reinado de la necedad

No debería ser así. De hecho, debería ser todo lo contrario. Pero el ejercicio que han hecho de forma recurrente numerosos representantes de la política ha envilecido el sentido de hombre o mujer de Estado. Eso de gobernar, legislar o representar a la población ya no es una misión aplaudida y enorgullecida. Antes, con errores también de por medio, se percibía talla en el exclusivo círculo de políticos. Como ilustres e influyentes personajes bienpensantes y reflexivos.

Ahora en Ecuador ya no hace falta cuestionar si los cargos elegidos o designados tienen estudios, experiencia o formación suficiente ni si proceden de ámbitos del entretenimiento -como el deporte, la televisión o la belleza- como indicio de falta de preparación. Ya no es necesario. Los exabruptos, la zafiedad y la charlatanería de los políticos, en general, se han tomado instituciones como la Asamblea. No son los ‘outsiders’ del oficio los que han envilecido la política, sino los profesionales de la misma.

El debate -no ya legislativo o jurídico, sino cualquier intercambio de argumentos- resulta de tan bajo nivel que cualquier osado que se desenvuelva con compostura y articulación coherente es afeado por desmerecer al resto. Hoy es el reinado de la necedad.