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Priscilla Falconí: Ícono de justicia o gestión estratégica

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Es innegable que Salazar investigó y visibilizó redes de corrupción complejas, devolviendo institucionalidad a la Fiscalía

Diana Salazar rompió estereotipos al convertirse en la primera mujer afrodescendiente en dirigir la Fiscalía General del Estado. Ejerció el cargo durante seis años y 42 días, tras ganar un concurso público del Cpccs transitorio con el puntaje más alto entre 28 postulantes. Inició como asistente judicial, demostrando que el mérito puede abrir camino incluso en espacios históricamente vedados.

Encabezó al menos 22 casos de impacto que involucraron a políticos de alto perfil, redes criminales y corrupción judicial. Revista TIME la incluyó entre las 100 personas más influyentes del mundo y The Economist la calificó como “la mujer más valiente de América Latina”, por su labor frente a amenazas.

Pero también fue cuestionada por el manejo mediático de ciertos procesos, posibles omisiones respecto al poder de turno e investigaciones que avanzaron en momentos políticamente sensibles. Si bien no hay evidencia de que respondiera a intereses particulares, sí se ha planteado que actuó con selectividad.

Evitar el lawfare -uso de la justicia como arma política- exige una justicia verdaderamente independiente. En mayo de 2024 la CIDH alertó sobre la fragilidad de esa independencia en Ecuador durante la gestión de Salazar (Comunicado 100/24).

El fiscal general es elegido por el Cpccs, órgano altamente politizado. Una reforma debería incluir participación del poder judicial, comités técnicos independientes, prohibición de militancia partidista y veeduría ciudadana. Chile ofrece un modelo: la Corte Suprema propone, el presidente nombra y el Senado elige con mayoría calificada. Ante una designación vulnerable al vaivén político el riesgo de fiscales estratégicos parcializados es alto.

Es innegable que Salazar investigó y visibilizó redes de corrupción complejas, devolviendo institucionalidad a una Fiscalía que parecía inerte. Envió una señal clara: el poder ya no blindaba y la impunidad dejó de ser la norma. 

Es cierto que pudo haber existido agenda o sesgo en la elección de casos y personajes, y que algunas verdades se buscaron cuando ya no incomodaban. Pero su paso marcó un punto de inflexión, dio algo de esperanza y, quizás, un poco de justicia.