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De Albania a Quevedo

Avatar del Paúl Palacios

A tiempo actuaron las autoridades, para evitar más daño. No les extrañe ahora que quieran reclamarle al Estado por esa pérdida sufrida por su “ingenua confianza”

El derrumbe de la pirámide de captación ilegal de dinero en Quevedo nos rememora lo que ocurrió en Albania en 1997. Ciertamente la distancia de violencia entre uno y otro evento es enorme, pero no deja de ser un tema de cuidado. En ese año se desbarató un sistema similar de pirámide de Ponzi, donde más del 50 % de la población albanesa fue estafada. El sistema no era diferente al ocurrido días atrás en Quevedo: las personas entregaban dinero a cambio de la promesa de altas tasas de interés en plazos cortísimos. A los pocos meses se produjo lo que siempre ocurre: los aportantes que alimentaban la entrega de dinero a los anteriores “inversionistas” dejaron de fluir, la liquidez terminó y el castillo se vino abajo. La gente que había entregado sus ahorros, hipotecado sus casas para dar el dinero, y esperaba salir de la pobreza con el sistema, estaba desolada. Los arsenales del ejército fueron asaltados, se produjo una insubordinación de la población y desembocó en una guerra civil. Las consecuencias fueron que el país se destruyó económicamente, se produjeron más de 1.000 muertos y la completa desinstitucionalización.

Más de 20 años después, Albania aún tiene que cargar los rezagos de lo ocurrido. Pero descuide usted, sin duda hoy alguien está promoviendo alguna pirámide de esas, y nuevamente algunos ambiciosos serán estafados.

El caso de Quevedo no es diferente. Tampoco es diferente al caso del notario en Machala, y no lo es en esencia a aquel enorme banco que pagaba tasas altísimas de interés en Ecuador en los años noventa, y tanto en Albania como en el Ecuador de esos años, con la mirada a otro lado de la autoridad de control.

No hay un argumento racional para que alguien pueda pagar el 90 % de interés en una semana, porque no hay actividad económica que permita esa creación de valor. Las personas que pusieron dinero ahí no son tontas ni incautas, son codiciosas y apuntan a no ser los últimos de la pirámide.

A tiempo actuaron las autoridades, para evitar más daño. No les extrañe ahora que quieran reclamarle al Estado por esa pérdida sufrida por su “ingenua confianza”.