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Fernando Insua: Subsidio a la cubana

Avatar del Fernando Insua Romero

Nuestro país solo en subsidios a combustibles importados destina $ 2.293 millones anuales

Atrás quedaron los discursos de Fidel que por horas mantenían al pueblo cubano atento en las plazas. Atrás quedó la esperanza de la tibia mejora de relaciones entre Cuba y EE. UU. durante el gobierno de Raúl Castro y la bendición que trajeron los petrodólares de la reventa del petróleo venezolano. Atrás quedó el culpar al “imperio’’ de todos los males y de la mala administración de la mayor de las Antillas. 

En Cuba, hoy, bajo el actual heredero de la dictadura, Miguel Díaz-Canel, quien inauguró el concepto de ‘fracasar hacia adelante’’, es decir, llevar un fracaso económico como lo es el régimen cubano a cotas inimaginables, se han tenido que tomar medidas no vistas en décadas. 

La famosa cartilla de racionamiento que funcionaba desde 1962 y que descontaba los alimentos y los distribuía (nunca fueron gratis), ha sido eliminada y los precios sincerados, pese a los paupérrimos salarios de la isla. 

Asombran, viniendo de un estado socialista, las declaraciones del ministro de Economía, Alejandro Gil, quien se preguntó hasta qué punto es factible “mantener” el mismo nivel de subsidio en los productos para toda “la población, cuando no todos están en la misma situación de solvencia económica”, reconociendo tácitamente las diferencias sociales en la isla e indicando que solo el subsidio de alimentos le cuesta a la isla $ 1.600 millones. 

También se focalizó el subsidio de combustibles. Habría que hacerse la pregunta de si la Cuba ‘revolucionaria’ ha reconocido que los subsidios son una carga para el estado, que son ineficientes y que lo correcto es o su eliminación o una adecuada focalización a quienes más necesitan de ellos. ¿Por qué no lo hacemos aquí?

Nuestro país solo en subsidios a combustibles importados destina $ 2.293 millones anuales que solo benefician a una camarilla de contrabandistas y a ciertos sectores productivos que reciben subsidios con el cuento de la productividad, aunque nos venden los productos al mismo precio que países que no los tienen. La respuesta está en bajarse de la tarima (cosa difícil, porque el presidente ya está queriéndose reelegir sin todavía ver cómo le va en este mandato) y tomar las medidas que se deben tomar para encauzar la economía del país.