El regreso de... “el lobo”
No quiero juzgar ni intuir al respecto, solamente alegrarme porque un viejo amigo y colega...
“Juguemos en el bosque hasta que el lobo esté, si el lobo aparece, seguro nos comerá”. Así recitábamos cuando niños al participar en la diversión de las consabidas rondas que concluía con un juego “a las escondidas”, para que el hambriento aullador, supuestamente, no nos localice. Ya de adultos, esta vez entrando en la necesaria realidad, el “retorno avisado” se da con el regreso del “lobo Aráuz”, Carlos Aráuz Basantes, que a sus años ochentones nos entrega esta noche, en que hace el respectivo lanzamiento, su última obra lírica, que el Municipio guayaquileño ha publicado en una elegante y a la vez sobria edición, en el que se incluye un buen número de piezas poéticas escritas, como no podía ser de otra manera, no solo bajo su vieja inspiración sino también bajo su inagotable e invariable estilo.
El título del libro en cuestión es Cristo en democracia, y al conocerlo podíamos percatarnos de cuál sería la temática escogida aunque plantee una paradoja de un personaje que como Aráuz en política ha mantenido siempre una postura izquierdista-radical. O se trata de un laicismo tolerante frente a cualquier religión o un reencuentro con alguna fe perdida en la juventud.
No quiero juzgar ni intuir al respecto, solamente alegrarme porque un viejo amigo y colega en esto de dar mensajes a través de lo poético nos haga oír nuevamente su voz interior, como lo ha venido haciendo en sus anteriores obras. Y es que a Carlos lo conocemos desde hace más de medio siglo, desde cuando a más de sus inquietudes líricas era un comerciante informal que luego pasó a ser periodista en el diario EXPRESO y concluyó su vida laboral como burócrata seccional para acogerse desde entonces a un bien ganado retiro.
Al haber pasado página tras página de este libro, que esperamos no sea el último, no sorprende que con su habitual estilo Carlos Aráuz siga desechando los artificios que ofrece la rigurosa preceptiva, con reglas de ritmo y rimas consonantes y asonantes, y vuelva a preferir expresarse sin atadura alguna a través de verso libre o “blanco”, como quien no quiere ser ordenado ni interrumpido al momento de una escritura limpia de toda seducción, que no parta de una legítima inspiración.