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Una anécdota y una pregunta

Avatar del Fernando Cazón

Ahora esperamos con mucha curiosidad cuál será el destino final de la Ley de Comunicación, que fue vetada solo parcialmente por el presidente Lasso...

En más de medio siglo que he venido ejerciendo el oficio de periodista, he manifestado libremente mi modesta opinión sin haber sido nunca objetado por mis superiores ni reprimido por alguna autoridad gubernamental, advirtiendo eso sí que jamás entré en el oscuro territorio de la calumnia o suposiciones. Así, pues, he transcurrido en este oficio que adquirí por vocación y no por graduación, sin que durante el largo lapso que viene desde mediados del siglo pasado haya tenido que lamentar objeciones o amenazas de ningún tipo, aunque me tocó opinar también bajo el imperio de dos dictaduras militares. Y a pesar, también, de que tal vez por buena suerte no tuve ningún problema en la larga etapa del gobierno correísta, que cubrió dos periodos presidenciales consecutivos, en los que se incautaron algunos medios y se persiguió a más de un periodista.

Quiero recordar en esta ocasión una interesante anécdota. Cuando trabajaba en el vespertino La Hora, allá por 1959, solía escribir diariamente una columna que titulaba Teléfono indiscreto. Un día que no pude acudir al diario me reemplazó, con cierta gracia periodística, pero con mucha mala suerte, quien era el jefe de redacción, un chileno llamado Hernán González Valdebenito, escogiendo como tema Una burla y acusación, dirigida a los ‘curuchupas’ de entonces, políticos y religiosos burlándose de las mujeres y los hombres píos que no se pierden una procesión, ni una confesión, ni una misa, ni una orden emitida por el ya extinto y pasado de moda Partido Conservador. Al día siguiente el Gobierno presidido por el derechista Camilo Ponce Enríquez, sin pedirle al periodista chileno explicación alguna y mediante una acción policial, lo capturó y lo deportó para siempre a su país de origen. Sin embargo, a mi persona, creadora y sostenedora de la Columna conversona, no se le llamó la atención ni se le hizo advertencia o amenaza alguna.

Ahora esperamos con mucha curiosidad cuál será el destino final de la Ley de Comunicación, que fue vetada solo parcialmente por el presidente Lasso, sin embargo de que la mayoría de ecuatorianos pidió que el veto sea total y que se acabe para siempre con los efectos de la “ley mordaza” que aplicó y nos dejó como regalo Rafael Vicente antes de marcharse, probablemente que para siempre, a la lejana Bélgica.