Miel y veneno

"Todos esos eslóganes y clichés que se repiten con tanta facilidad, tienen un límite. Un límite brutal e ineluctable, que los aterriza de golpe y sin pedir permiso: la realidad"
En la filosofía griega, especialmente en la Aristotélica, la ‘moderación’ o el ‘dorado término medio’ (‘Aurea mediocritas’) es el punto deseable entre dos extremos, entre el exceso y la deficiencia; que conlleva alcanzar un estado ideal, alejado de los excesos mediante la justa medida de los términos opuestos. Era para los griegos un atributo de la belleza, pues para ellos había una relación estrecha entre las matemáticas en la belleza y la verdad; creyendo que tres ingredientes la componían: la simetría, la proporción y la armonía.
La conquista del ‘dorado término medio’ está fundamentalmente basada en conformarse con lo que se tiene sin dejarse llevar por emociones desmedidas. La virtud del valor, si se exagera, puede convertirse en imprudencia, mientras que si se la elimina, puede volverse cobardía. En consecuencia, toda virtud es un punto medio entre dos extremos: cada uno de ellos, un vicio.
Estamos llenos de gente que nos dice cómo debemos vivir, qué debemos hacer para superarnos y dónde encontrar la felicidad; y, así, con mensajes, ‘posts’, ‘stories’, blogs, ‘vlogs’ y tuits, nos inundan los consejos de los ‘life coaches’ e ‘influencers’. Algunos muy válidos (hay gente que paga por ello) y muchos otros producto de la frenética búsqueda de validación o de dinero.
Los mensajes por lo general no son malos; nos dicen -especialmente en tiempos como los que vivimos- que nos mantengamos positivos, que nos centremos en lo bueno, que busquemos la luz, que todo va a estar bien, que todo pasará pronto. Pero de repente, esta insistencia de buscar ser feliz, puede ser ineficaz, y puede hasta llegar a lograr precisamente lo contrario. Ser positivos todo el tiempo puede volverse negativo cuando sirve -consciente o inconscientemente- para disfrazar sentimientos como el dolor o la tristeza.
Eso tiene nombre: ‘positividad tóxica’. Todos esos eslóganes y clichés que se repiten con tanta facilidad, tienen un límite. Un límite brutal e ineluctable, que los aterriza de golpe y sin pedir permiso: la realidad. El vaso puede verse medio lleno, con toda la buena onda que quieras, pero el dolor por la pérdida de un ser querido, por ejemplo, genera una tristeza natural que tiende a superarse más fácilmente (si es que cabe aquí el término ‘fácil’) cuando es compartida. Reconocer emociones que causan dolor o tristeza -aunque suene contraintuitivo- ayuda a superarlas.
Fingir que no tenemos emociones negativas puede complicar muchas cosas. La positividad tóxica induce a las personas a callar problemas, y el aislamiento en sus confines puede ser un muy poderoso aliado de la depresión. Ser y sentirse escuchado es un eficaz antídoto contra la ansiedad; y, además, el exceso de optimismo no hace que tales emociones negativas desaparezcan, solo las enmascara.
Un personaje en el poema sin sentido de L. Carroll, La Caza del Snark, dice: “¡Este es lugar del snark! Lo he dicho tres veces: lo que yo diga tres veces es verdad”.
Lee los ‘posts’, ‘stories’, blogs y tuits tres veces si quieres, pero no te olvides de permitirte sentir lo que verdaderamente sientes y darle el espacio que corresponde, desde su genuina perspectiva y en su auténtica dimensión.
Sin importar lo que te diga tu ‘life coach’, quien (después de que todo está dicho y hecho) no vive tu vida.