César Febres-Cordero Loyola | Crisis educativa: más allá del presupuesto

Hoy en día los jóvenes viven una auténtica crisis de soledad
Cada año, entre el paso del invierno y el debate presupuestario en la Asamblea, el país se detiene un momento y vuelve a ver hacia la educación pública. Cada año es uno de promesas y negaciones de parte de sucesivos gobiernos frente al reclamo de padres de familia que, habiendo pagado sus impuestos, tienen que poner más de su bolsillo para hacer reparaciones de emergencia en los colegios de sus hijos. Cada año los ministros de Finanzas, bajo la presión de la deuda creciente y los ingresos atascados, trampean su obligación constitucional de incrementar anualmente el gasto en educación, reduciendo las asignaciones presupuestarias sobre la marcha.
Aunque la escasez de recursos materiales es sin duda el principal problema de nuestro sistema educativo, el dinero no es todo. Países que gastan más o casi lo mismo por estudiante presentan muchas veces resultados inferiores en las evaluaciones educativas. Así, por ejemplo, con Estados Unidos frente a varios países de la OCDE o con Argentina ante Chile, su vecino.
Más aún, con el advenimiento del internet y ahora de la inteligencia artificial generativa, educadores en instituciones de élite de todo el mundo, como las universidades de la Ivy League estadounidense, entidades que cuentan con fondos comparables a los de países enteros y que reclutan solo a los extraordinariamente aptos o privilegiados, reportan que a sus aulas llegan jóvenes que salieron de la secundaria sin haber leído un libro entero en años e incapaces (voluntariamente o intelectualmente, da igual) de hacer si quiera un corto ensayo por sí mismos.
Pero la incompetencia y la deshonestidad académica no son los únicos retos que las nuevas tecnologías representan para la educación. Las levas de estudiantes que han crecido ocupando mucho de su tiempo en línea y en una sociedad cada vez más atomizada, sin barrio y sin familia extendida, están siendo moldeados por una experiencia ajena a la vida social que las generaciones anteriores han entendido como parte fundamental de la experiencia humana. Hoy en día los jóvenes viven una auténtica crisis de soledad.
Nada de esto lo vamos a resolver con becas en inglés y un nuevo himno.