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Bernardo Tobar | Privilegios

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Si el emprendimiento fracasa o debe ajustar su fuerza laboral a la real demanda del mercado, no solo pierde la inversión

Al emprendedor nadie le garantiza nada, ni siquiera la estabilidad de la regla de derecho, en este Ecuador hermoso. Pero el emprendimiento necesita empleados, cuya estabilidad, entre otros muchos privilegios -como la doble jubilación y un largo etcétera-, el empleador está obligado a garantizar. Este desequilibrio no resiste la lógica más elemental: si el emprendimiento fracasa o debe ajustar su fuerza laboral a la real demanda del mercado, no solo pierde la inversión -consecuencia natural de correr el riesgo empresarial-, sino que además debe endeudarse para pagar las liquidaciones laborales. Porque el dinero no crece en los árboles y solo tiene dos fuentes, capital o deuda. Esto constriñe la oferta laboral a la originada en empresas ya establecidas y con cierto músculo financiero, mientras deja fuera de juego a pequeñas empresas y potenciales emprendedores. Así es como el Código de Trabajo crea una barrera de entrada al mercado a potenciales competidores, lo cual indirectamente beneficia a los participantes ya establecidos; y por otro, privilegia a una minoría, algo más del 30 % de la población económicamente activa que tiene un empleo formal.

El PIB per cápita ha decrecido 9 % en la última década. Las grandes mayorías se han empobrecido. Esto es resultado de la factura del despilfarro socialista de la década precedente, dos paros criminales, un terremoto y una pandemia, así como de la pérdida estructural de la capacidad de la economía ecuatoriana para recuperarse, según un respetado economista. Es que no es posible -esto ya es de mi cosecha- enfrentar la elasticidad y los ciclos de la economía envuelto en la camisa de fuerza de la rigidez laboral.

Estamos atrapados en un sistema que no solo es inequitativo en las relaciones de empresa, que desincentiva la competencia, sino que además privilegia a una minoría de trabajadores formales al costo de privar de oportunidades a la gran mayoría de personas sin empleo, campo propicio para el reclutamiento mafioso y la informalidad. Sin embargo, nadie se atreve a poner el cascabel al gato. Un gobierno puede hacer piruetas reformando tributos, promoviendo zonas francas y haciendo una y mil reformas que orbitan en la periferia del problema. Pero lo cierto es que la generación de oportunidades dependerá más de que se elimine un régimen laboral anacrónico, injusto y contrario a los intereses nacionales.