Bernardo Tobar Carrión | El botín

Como las moscas al estiércol son atraídos por el Estado agigantado los totalitarios y el crimen organizado
La especie humana desarrolló hace decenas de miles de años la capacidad para idear abstracciones y comunicarlas a través de la palabra, organizando comunidades que no respondían a la ficción del Estado. Esta forma de sociedad con territorio, nación, autoridad soberana y fin, con raíces políticas en los imperios de Egipto y Roma, toma forma acabada, la de república, en el siglo XVIII, a partir de la Revolución Francesa. Se trata, con esta perspectiva, de una invención reciente. Aquéllas, las comunidades ancestrales, formadas por familias, clanes y más tarde por tribus, no tenían ni necesitaban un poder central, eran modelos de autorregulación con mecanismos y prácticas independientes para forzar el cumplimiento de sus normas.
¿Por qué habría de sustituirse ese esquema de autonomías por uno sometido a un gobierno central merced a un pacto social que no existe más que en las especulaciones de la ciencia política? Quizás lo más cercano a un pacto espontáneo fue la declaración de independencia norteamericana, como observó Tocqueville. Hubo, me parece, dos fenómenos que justificaron la idea de un Estado soberano, que a pretexto del bien común impone sobre el ciudadano una carga fiscal, un orden jurídico y un sistema de gobierno. El primero y más antiguo fue la defensa frente al enemigo, lo que resulta paradójico, pues la mayor amenaza surge, en último término, de los mismos Estados que aumentan incesantemente su poder. Un círculo vicioso.
El segundo fenómeno fue el dogma, la arrogancia de poseer la verdad y, en consecuencia, la justificación moral para forzarla sobre los demás. De un gobierno que en un inicio se justificaba para garantizar libertades se pasó a uno que dicta cierto modelo de convivencia ciudadana en función del bienestar colectivo. Fue idea de Platón, el irreductible totalitario. El dogma ha tenido fuentes diversas, religiosas o cuasi, como los derechos de la naturaleza, y materialistas, como la dictadura del proletariado, y en ambos casos se busca no solo implantarlo casa adentro, sino convertirlo en cruzada global. Lo vemos en la Agenda 2030 y sus banderitas igualitarias, las guerras ‘santas’ orquestadas por teocracias, el Grupo de Puebla y su agenda socialista con tufo narco.
Como las moscas al estiércol son atraídos por el Estado agigantado los totalitarios y el crimen organizado. Se necesitan. Reducido aquél no habría botín para éstos.