Recordando a la maestra Isabel Ramírez Estrada
Aunque muy pocos la recuerden, brindo este escondido mensaje en memoria de la extraordinaria maestra
Mentiría si afirmara que fui un buen lector desde la niñez o que me sacrifiqué realizando los trabajos en los primeros años de vida. Considero que crecí en un hogar en el que el pensamiento debió ser “los chicos no tienen la culpa de que los hayamos traído al mundo y debemos esforzarnos por darles lo que les servirá en el futuro”.
Así, me inscribieron en una escuela religiosa gratuita en la que me impresionó la lectura que decía: “La vergüenza es una flor con las hojas encarnadas que para que todos la vieran la puso Dios en la cara”. Me gustó y aprendí a leer y tratar de descubrir el significado de las cosas por mí mismo, muchos después me enteré que “los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro no debemos preguntarnos qué dice, si qué quiere decir” (Umberto Eco, ‘El nombre de la rosa’).
Tardé bastante en reconocer la magia de las redes sociales, pero sirvió a la curiosidad impulsada por la licenciada Isabel Ramírez Estrada. Ya en la secundaria me impresionó cuando trajo a colación frases de un escritor ruso que rezaban: “Sí, no quiero curarme por rabia. Esto, seguramente, ustedes no lo pueden entender. Pero yo sí lo entiendo”, Dostoievski, (’Memorias del subsuelo’).
Aunque extinta, -la elegante y bella maestra, quien tenía ideales socialistas de vanguardia-, arrojó la semilla por la lectura y la gratitud.
Aunque muy pocos la recuerden, brindo este escondido mensaje en memoria de la extraordinaria maestra.
Dr. Ricardo López González