Todo tiene su porqué

Cada día se aprende algo y necio es quien desperdicia la oportunidad. El Viernes Santo un perro muy manso de uno de mis vecinos estaba afuera de su casa. De repente unos niños frotaron un pañal sucio sobre su cuerpo y rostro, en especial cerca de sus ojos. Al verlo en tal condición no dudé en llevarlo al jardín de mi casa para bañarlo a fin de evitar que sus ojos se infecten con el excremento del pañal y ello ocasione la pérdida del ojo. Al llevar la utilería de baño al jardín, uno de mis gatos me indicó que aseara su arenero, lo cual pospuse hasta bañar al canino. Mientras lo bañaba y secaba, mi gato me veía desde la ventana y yo le decía: “espérate un minuto”. Concluida la misión, entregué la mascota bañada a sus dueños. Hablé con la madre de los niños que hicieron la mala acción y su respuesta fue: “son niños traviesos”. Sentí coraje al escuchar tales palabras e ignoré la consecuencia que provocaría el olor característico de baño de perro que había sobre mi cuerpo y fui a limpiar el arenero. Entonces mi gato mordió fuertemente mi brazo; entendí que eso era su llamado de atención por la demora y por las atenciones brindadas a perro ajeno. Se sintió desplazado por alguien que no es de su casa. Otro en mi lugar hubiera agredido al animal. Todos cometemos errores. Antes de maltratar mascotas, esforcémonos por entender su visión de las cosas.

Ec. Marysol del Castillo