Cartas de lectores

Investidura del sombrero

Mientras ajusto las espuelas, los caballos perciben, resoplan, relinchan; levanto los ojos al perchero de sombreros, fijo la mirada en el blanco junto al plazarte. En mi memoria vibra el día en que de niño fui investido con mi primer sombrero montuvio, por mi tío, don César Antonio Jijón. En casa, así como se aprenden moral y buenas costumbres, donde se transmiten valores, responsabilidad y respeto, también se aprende y transmite el uso del sombrero y a respetar su investidura, que va más allá de su uso. Desde siempre hemos aprendido a descubrirnos del sombrero al entrar a algún lugar cerrado como casas o iglesias, a quitárnoslo en señal de respeto ante una persona, a llevarlo sobre el pecho al escuchar algún himno, o a sostenerlo en alto para despedirnos. Mi costumbre es tocar el ala de mi sombrero con una leve inclinación de cabeza para saludar y mostrar respeto. Se ha vuelto costumbre mala ver “ensombrerados” a políticos pidiendo votos en el campo, embusteros hablando a nombre de campesinos en busca de prebendas personales, ambos grupos vendedores de falacias que no merecen vestir sombrero. Investirse de un sombrero, es recibir la cultura, asumir un compromiso social por un pueblo, involucrarse en la visión de progreso, investirse de coraje por luchas justas, pero sobre todo de respeto por los demás y de una vida digna.

Pedro Pablo Jijón Ochoa