No cabe duda que Harry Styles es un adulto con su visión clara en lo musical y artístico. Han pasado más de tres años desde que su anterior banda One Direction se separó y su proyección como solista dejó claro que quiere seguir otros caminos.

El viernes 13 de diciembre presentó al mundo su segundo álbum discográfico, Fine line, con el que reafirma su personalidad y se libera de cualquier presión o convencionalismos. Harry se expone. Admitió que buscó inspiración en hongos alucinógenos durante sus horas de estudio, juega con su bisexualidad y habla claramente de situaciones con sus exparejas.

Las doce canciones del disco tienen un hilo conductor: la tristeza y la añoranza, pero eso no significa que todos los temas sean baladas que hablan desde el dolor. La tristeza interior puede tener pequeñas muestras de alegría. Golden, la canción que abre el álbum, va justo de eso, de hablarle a lo que dejamos en el pasado. En Falling se torna más introspectivo, pero con Watermelon sugar incluso es sexual. Dejó abierta la posibilidad de que se trate de sexo oral. También es coqueto con Lights up, su primer sencillo. Su exnovia Camille Rowe tiene su propia canción dedicada, Cherry. Describe cómo le encantaba su acento francés.

El sonido escogido también es nostálgico. Tiene influencias directas de los años 70, The Beatles, David Bowie y de los Rollings Stones. Es un viaje por el interior del intérprete inglés, quizá sea su mejor manera de afrontar la llamada crisis de los 25.

También viste de rosa

Puede ser una bailarina, pintarse las uñas, usar el más elegante esmoquin o un traje con muchos elementos brillantes. Jugar con convencionalmente masculino y femenino, en cuanto a vestimenta se refiere, es el sello de moda de Harry.

El toque retro de sus prendas diarias y de shows se vincula mucho con su sonido. No encasillarse parece ser el lema de Harry, quien es vestido por Gucci. Usa un traje diferente en cada concierto y se espera lo mismo en su nueva gira Love on tour.