Crítica de Cine. F1, ¿vale la pena este drama con Brad Pitt al volante?

Sonny Hayes (Brad Pitt) agita su mal dormir. Se echa un poco de agua en el rostro. Despierto, deja la van donde duerme y se dirige al auto con el cual interviene en las 24 horas de Daytona Beach (Florida). No le interesa el trofeo. Toma su cheque y va hacia un lugar en que están solicitando choferes para taxis.

Pero ese mismo Sonny, en los años 90, era un gran corredor de autos. Lo llaman, burlonamente, “el más grande… el que nunca existió”. Pero fue un accidente de pista, el que casi lo mata, que lo hizo alejarse de las carreras cuando iba camino a la fama.

Recibe un telefonazo de Rubén Carvell (Javier Bardem), su excompañero en F1 y ahora propietario de un equipo automovilístico en apuros. Lo necesita para que intervenga en el Gran Prix, al lado de Joshua Pearce (Damson Idris), afroinglés que anhela marcar su propio ritmo y no le hace chiste compartir pistas con un “viejo”. 

A medida que rugen los motores, vuelve el pasado de Hayes y lo atrapa: ha recordado que en la F1 el compañero de equipo puede ser la competencia más feroz, que el camino hacia la redención no es algo que se pueda correr solo.

F1, la crítica de Jorge Suárez

Llena de acción deportiva, extraordinaria fotografía, banda sonora muy apropiada, buenas canciones, dramática y con un montaje que sitúa a los espectadores en la mejor zona para ver una gran F1.

Satisface, pero… es demasiado larga (2h36), tiene un guion previsible, excesivo brindis anímico y a veces muy contemplativa. No obstante, el montaje acrecienta las turbaciones, pequeñas cámaras han sido colocadas dentro y fuera de los autos que corren, y cuando forjan close ups de Pitt e Idris... ¡todos creerán que están manejando sus bólidos!

Así, todo llega con absoluto realismo. Hasta podría decirse que el girar de las llantas sobre las pistas hará creer que se está oliendo a caucho quemado.

Joseph Kosinski, director de Top Gun: Maverick (2022), impone su fórmula de triunfo, aunque en esta ocasión se le escapó algo del libreto, pero jamás falla en las numerosas secuencias operativas. Allí están los choques, la tierra húmeda asperjándose por las pantallas de policarbonato o de los monoplazas con sus ruedas fuera de la carrocería principal, el chirriar de las llantas, los volantes o cabrillas con los que se controla la dirección de estos autos.

El cinéfilo queda al pie de los fanáticos, de los estacionamientos para chequeos mecánicos, oye el rugir de las multitudes. Observa el brillo que tienen las carreras en otros lugares, Abu Dabi, por ejemplo. En ninguno de esos momentos escapan los detalles y esto le da existencialismo a F1.

Las actuaciones están bien. Sobresale Pitt porque ha logrado utilizar su personalidad… calmado en general y rabioso cuando le toca, pero en clara demostración, en este rol, que, teniendo ya 61 años, acepta papeles que vayan de acuerdo a su edad y así todo le sale bien. 

Lo he visto muchas veces, siempre taciturno y, cuando estaba casado con Angelina Jolie, no iba por la alfombra roja junto a ella. Su mujer iba adelante y él detrás, a medio metro de distancia, era como diciéndonos: “Ella es la estrella”. Esa misma actitud forma parte de sus interpretaciones.

Bardem e Idris, muy bien. Idris tiene aceptación por parte de la cámara y es su ventaja. Aplaudirán mucho a dos actrices: Kerry Condon, en el papel de Kate, ella es luminosa y sabe aplicar su energía artística. La otra es Sarah Niles, como Bernardette, madre de Joshua, mujer que sabe inspirar al hijo que está luchando por triunfar.

Vaya a verla y, por favor, no se le ocurra utilizar el televisor. Mejor camine al cine y disfrute de esta carrera en toda la amplitud de lo que una vez llamamos ‘lienzo de plata’.

• Calificación: * * * 1/2

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