En las veredas de la calle Panamá, este 7 de octubre, hubo guayaquileños y turistas paseando, comiendo, comprando dulces y tomando café; pero también hubo familias comprando frutas y verduras de todos los sabores, tamaños y colores. La calle Panamá fue una especie de supermercado.

En el soportal del Museo del Cacao, en la intersección con la calle Imbabura, los creadores del mercado agroecológico ‘La Canasta’ instalaron mesas y manteles, gavetas y canastas repletas de productos que ellos mismos producen en los huertos que tienen en la localidad de Cerecita (Guayaquil). Ajíes, tomates y pimientos de todos los colores (hasta morados), berenjenas, huevos, diversos tipos de lechugas, espinaca, cebolla, y hasta chocolate, todo orgánico, destacaron sobre la mesa a la que desde muy temprano empezaron a llegar las familias.

(LEE TAMBIÉN: Las calles guayaquileñas evocan a sus hijos ilustres)

Delia Alarcón, quien se encontraba almorzando en El Colibrí, a escasos metros de donde La Canasta levantó el mercadito; aseguró que apenas termine de comer iría al sitio a comprar chocolate y ajíes. “Los vi apenas me estacioné y pensé en llevármelos todos. En casa, mi abuela hace el mejor ají del mundo, y pues si los hace con los que ví que daban ganas de mascarlos al instante, pues como no llevármelos”, aseguró.

En el sitio, hubo residentes de la calle Panamá que asimismo se alistaban para “salir al mini súper”, como catalogaron al stand. “Me asomé por la ventana y desde arriba vi nada mas que colores. Ahora quiero hacer un picnic. Estoy esperando a que lleguen mis nietos para elegir las legumbres y esta noche que tendremos un asado, hacer una deliciosa y fresca ensalada”, señaló María Fernanda Carrión, quien vive frente al Malecón.

(LEE TAMBIÉN: Roberto Fernández: “Los parques lineales serán el atractivo para revivir al centro”)

Esta es la primera vez La Canasta hace un mercadito. Eligieron la calle Panamá por las fiestas, la seguridad y la afluencia de visitan tes que desde ya ahí se registra. La intención es repetir la actividad, y ciudadanos como Valentina Monroy lo creen necesario.

“En el centro sobre todo hay muchos huequitos que podrían llenarse de vida con estas pequeñas ferias, que además te sirven y te ahorran tiempo y dinero. Yo estoy feliz. Por mí que vengan siempre, porque además son productos sanos. Necesitamos más de estos espacios”, pensó. 

¿Quieres revisar más información? INGRESA AQUÍ