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El polvo de las canteras llega hasta las escuelas y domicilios de la zona.Miguel Canales

Contaminación: el problema eterno de quienes viven al pie de las canteras

Las lagunas de oxidación de Guayacanes Samanes generan también una serie de molestias a los guayaquileños. La comunidad asegura haber generado hasta alergias y dolores de cabeza al convivir con estos males, que no hallan una solución inmediata 

Las afectaciones causadas por la contaminación proveniente de las canteras y las  lagunas de oxidación en Guayaquil, son una problemática que ha aquejado a los guayaquileños de distintos sectores ya por varios años. Ambos problemas, EXPRESO los ha venido publicando en sus páginas; y esta vez, que se conmemora la Independencia del Puerto Principal, la comunidad los recuerda, pero para hacer énfasis en que aún y pese a las críticas y las protestas públicas que se han hecho, no existe autoridad alguna lo logre que estas molestias dejen oprimir a los votantes. 

Mónica Santillán es guayaquileña y a diario circula por la avenida Narcisa de Jesús, donde se encuentran las lagunas de oxidación de Guayacanes Samanes, que han emitido tantos males olores, al menos en los dos últimos años; que la fetidez se la percibe no solo en esos vecindarios, sino en otros del norte, como Sauces y la Alborada; además de La Puntilla (Samborondón) y La Aurora (Daule). 

"Solo pasar cerca de estos sectores es insoportable. No me imagino como sería vivir cerca del hedor de las lagunas. Me parece inaudito que, por años, la gente se queje y nada se haya logrado", señala Santillán; al coincidir con Nelson López, habitante de Guayacanes, que asegura a EXPRESO haberse alegrado cuando vio que el tema llegó a la Asamblea. 

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Fue en septiembre de 2021, cuando legisladores como Marcos Molina, César Rohon y Francisco Jiménez (ahora Ministro de Gobierno), recorrieron las estructuras para confirmar qué tan grave era el problema, y saber cuál era el origen de esa pestilencia que no dejaba ya ni dormir ni comer a las familias. En ese entonces, Interagua confirmó que la planta estaba trabajando a su capacidad máxima, precisó que se tomarían medidas de mitigación inmediatas, e hizo hincapié en la esperanza como solución final apuntaba a la construcción de la planta de Los Merinos, cuyo contrato para la construcción se firmó hace aproximadamente un año. 

"Pensé, juro que pensé que con todas estas visitas oficiales, la molestia se reduciría. Sin embargo, aún dentro del carro y estando con mascarilla, hay días en las que el olor se vuelve insoportable. Resulta imposible vivir así. ¿Y la alcaldía? ¿Y los concejales? Pues ninguno de los dos nunca ha hecho nada para ayudarnos. Han sido tan indiferentes con el problema, tanto que ya los califico de cómplices", agregó Laura Mendieta, habitante de Samanes 5. 

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Las lagunas. Los guayaquileños dicen convivir con los malos olores desde hace al menos ocho años.Archivo

En vía a la costa,  en cambio, la ciudadanía se ha visto obligada a convivir con las detonaciones y las nubes de polvo que causan las canteras que se levantan en la zona y, a juicio de los residentes, no aplican las medidas de remediación que se requieren en la zona. 

"Todo retumba, nuestras viviendas se agrietan. El piso pasa negro, lo mismo las ventanas. Es como comer junto a los tractores y aplanadoras que levantan un edificio. Hay polvo por doquier, y pese al clamor ciudadano, seguimos igual. Por ahí, uno que otro concejal, tras la insistencia nuestra, ha venido a ver qué pasa; a clausurar las compañías. Ha venido el Ministerio de Ambiente a ser intermediador, pero todo sigue igual. Me arrepiento tanto, una y mil veces, de vivir en este supuesto polo en desarrollo. Esto es la guerra. Vivir aquí es una tortura, y lamentablemente nos la tenemos que ver solos", se quejó Martha Ramos, quien vive en Belo Horizonte. 

En los últimos dos años, la Alcaldía ha clausurado algunas canteras por no tener permisos de funcionamiento o contaminar el área; mas, el problema continúa sin medida. "Es fácil ver cómo nos hemos quedado sin cerros. Esto, a consecuencia de la explotación desmedida", se quejó Walter Peláez, de Puerto Azul. 

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"La mayoría del tiempo paso con las ventanas cerradas y con aire acondicionado, no me queda de otra aunque lleguen las cuentas de luz elevadas, es eso o aguantar a comer con polvo, estudiar con polvo o dormir con polvo. ¿Es triste, no?", señaló Adriana Carrasco, quien habita en Bosques de la Costa. 

Frente a esta situación, EXPRESO consultó a la Alcaldía cuántas canteras existen a la fecha, cuáles están habilitadas, cuántas están clausuradas y cuántas también cumplen con los planes de mitigación, pero hasta la publicación de esta nota, no respondió. A la vez, les consultó si tomarán acciones más drásticas, en vista de que lo que se ha hecho no ha dado resultados, pero tampoco hubo respuesta. 

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Las lagunas han generado malos olores que se han llegado a oler hasta en La Puntilla (Samborondón).ALEX LIMA

Pero las molestias por el ruido, el polvo y los malos olores que causan ambos problemas, no se quedan solo en eso. Expertos en salud detallan que la constante exposición a estos factores tienen un efecto negativo sobre la salud .

El doctor Francisco Plaza, analista de temas ambientales, explica que el ruido constante de las explosiones y los trabajos de minería, por ejemplo, pueden causar afectaciones como sordera parciales; estrés por la exposición frecuente a este bullicio, además que puede resultar en trastornos vasculares, especialmente hipertensión arterial y trastornos digestivos cómo son las dispexias, que de hacerse crónica puede llevara ulceras péptica y colitis; y trastornos de sueños, generados también por el estrés. 

"Por el ruido y el estrés causado, el cuerpo genera catecolamina (hormonas que se liberan en respuesta a estrés físico o mental), y se llegan a mantener activadas hasta 24 horas al no ser metabolizadas por el organismo, provocando insomnio. Lo que al siguiente día trae irritabilidad, trastornos de memoria, concentración y nerviosismo", señala Plaza. 

El alergólogo Pablo Torres, guayaquileño, acota que la exposición a estos entorno también es dañino a las vías respiratorias. Señala que los cuadros alérgicos generados por la exposición constante y cercana de canteras y las lagunas de oxidación, pueden llevar desde la rinitis alérgica (que se manifiesta vía moqueo, picazón de vías nasales, respiración por medio de la boca durante el sueño y síntomas de faringe, irritación de la misma), hasta broncoespasmos (contracción de los músculos cercanos a vías respiratorias y reduciendo el flujo de aire). 

"Los pacientes alérgicos al polvo, ácaros, y con asma son quienes más pueden sufrir, pero no se descarta afectación general por los materiales provenientes de estos predios, los que son inhalados por las personas que viven en las inmediaciones. Es un factor de riesgo vivir aquí, que permite el desarrollo de alergias a futuro", aclara Torres.

Luis Alfonso Saltos, urbanista, destaca que el problema radica en la incompatibilidad del uso de suelos para ambos casos.

"En vía la costa se tuvo un desarrollo urbano aplicado a las canteras, pero nunca se coordinó una moción de planificación al momento de permitir el uso de suelo residencial, ahí se generó un conflicto de uso de suelos", detalla Saltos. Explica que entre las medidas que se debieron tomar en su debido momento, para el caso de las canteras, es el retiro progresivo de estas a medida que la expansión residencial se daba.

"Vía la costa ya no es de canteras, es netamente un sector residencial y tiene que ser entendido y planificado de esa forma".

Luis Alfonso Saltos, urbanista
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"Con las lagunas de oxidación, no hay una planificación adecuada en relación al crecimiento de la ciudad. En otras ciudades también estas situaciones son similares, pero se ha buscado generar zonas de exclusión para evitar estas afectaciones ambientales y a la salud de las personas", explica. A esto agrega que se debe considerar cuál debe ser el rango máximo de desarrollo de residencias urbanas, para que no exista afectación a la calidad ambiental y de humanos que rodean las piscinas de oxidación.

Saltos propone que para ambas situaciones se debe generar una política publica para la veeduría desde la ciudadanía, a fin de que sean parte del proceso de control y la evaluación de las labores que realizan tanto las canteras y lagunas.