Dejar el vehículo estacionado en las calles de Guayaquil tiene su precio. Aunque por años los parqueos públicos fueron tomados por personas que vieron la oportunidad de brindar seguridad a cambio de “cualquier monedita”, en algunos sectores o eventos masivos esa ‘colaboración’ ya tiene tarifa fija.

La noche del sábado, Fernando Viera acudió con su familia a uno de los conciertos que se organizaron en el parque Samanes. Al ver que existía una hilera de vehículos parqueados a lo largo de la vía que conecta la avenida Orellana con la Narcisa de Jesús, optó por dejar su auto afuera. Al bajar, una señora vestida con un chaleco anaranjado se le acercó para ‘ofrecerle’ su servicio de guardianía. Enseguida sacó un papelito impreso en el que resaltaba la tarifa $ 2 y la advertencia de que “el pago será por adelantado”.

“Nos sorprendió porque se supone que adentro del complejo existen parqueos gratuitos, y cuando ingresamos había mucho espacio, pero a la entrada del parqueadero una persona advertía que iba a dejar cerrada la puerta al terminar el concierto y que los carros que estaban adentro se quedarían hasta el amanecer”, contó Viera.

EXPRESO acudió al complejo para solicitar información y conocer si los vigilantes que dan guardianía afuera del parque son parte de la entidad y si la recaudación que hacen estaba autorizada por algún funcionario o cobran por su cuenta. Extraoficialmente, se indicó que los vigilantes acuden solo cuando hay eventos masivos o conciertos. Al cierre de esta edición no llegaban respuestas oficiales.

A Estefanía Guzmán, quien acompañaba a Viera, le sorprendió que la cuidadora le sacara el tique impreso con el tarifario y les advirtiera que en otros puntos cobraban hasta 5 dólares.

“¿Quién controla esto? Ellos se apoderan de los espacios y te imponen un pago; y claro, como estamos con tanta inseguridad uno se asusta y hasta teme que    vayan a hacerle algo al carro”, comenta Guzmán, quien dice que sintió alivio cuando salieron y vieron que todo estaba bien con el auto, pero terminaron pagando los dos dólares que esperaba la vigilante.

En los pocos parqueaderos públicos de los centros comerciales de la Alborada que no cuentan con parquímetros, los cuidadores siguen su labor a la espera de una paga voluntaria.

“Aquí no nos exigen. Le damos lo que nosotros queremos darle”, aseguró Martín Pacheco, mientras se retiraba con su vehículo de uno de los parqueaderos. Lo que fue reiterado por Augusto Alvarado, vigilante seguro. “Nos dan 15 centavos, cincuenta, es a voluntad. Se saca por lo menos el día para comer”, detalló el hombre al corroborar que en otros sectores sus similares entregan    papelitos con cobros hasta de $ 5.

En su caso, a diario, la recaudación puede llegar hasta 23 dólares, de lo que invierte para la limpieza del sitio. Garantiza su trabajo en los cursos que ha hecho con la policía para poder trabajar. Asegura que en ocasiones los uniformados les dan vuelta para saber novedades.

Un poco menos gana Freddy Mazón con el cuidado de motos, durante 12 horas. Hace cuatro años, trabajaba parqueando carros al frente de donde está actualmente, en la avenida Rodolfo Baquerizo Nazur. En 2019, la instalación de parquímetros lo obligó a buscar otro    sitio.

Mazón afirma que no impone ni da tiempo para quienes se parquean “en su sitio”, como ocurre en los exteriores de hospitales como Solca, donde pacientes se quejan que algunos cuidadores que están afuera de la entidad les preguntan qué tiempo van a demorar. Si se pasan de tres horas, les indican que no pueden cuidar el auto, por lo cual cobran de 1 a 2 dólares.

Los ciudadanos critican la falta de empatía, en vista de que, o tienen    cáncer y van a sus tratamientos, o son acompañantes de los pacientes. En ambos casos, por la situación están mal, y aún así deben soportar la falta de empatía de esas personas.

Ese afecto lo muestra Marcos Salinas a la hora de ayudar a parquear un vehículo, en un centro comercial del norte de la ciudad. De sus 52 años, más de 25 los ha dedicado a cuidar carros, en espera de la voluntad de los conductores.