Sus pasos son lentos, su hablar pausado. Ángel Flores caminaba por la avenida Rodolfo Baquerizo Nazur. Eran las 08:00 del miércoles y el septuagenario salía de la iglesia Nuestra Señora de la Alborada, luego de haber escuchado la misa.

Dijo que asistir a este templo es una de las pocas actividades que realiza fuera de su casa, ubicada en la séptima etapa de esa ciudadela del norte guayaquileño, en la que vive desde hace cuatro décadas. “¿Qué más se puede hacer? Hay inseguridad, ahora se vino fuerte el calor”, comentó Flores.

E hizo hincapié en un problema que lo aqueja: la falta de espacios amigables para los adultos mayores en la urbe porteña. “Ya a cierta edad vivimos una vida mucho más sedentaria. Claro, hemos trabajado toda nuestra vida y queremos descansar. Pero también queremos vivir bien en nuestros barrios”, manifestó el ciudadano.

La ausencia de áreas enfocadas a actividades de ocio para los adultos mayores motivó a un grupo de estudiantes universitarios a realizar una tesis para tratar de subsanar, en algo, la problemática. Dicho estudio, ejecutado por alumnos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil, propone la creación de un espacio denominado Centro de Día, en la ciudadela Alborada.

Su ubicación, planeada en la undécima etapa, fue definida por la accesibilidad a diversos establecimientos comerciales y de servicio con los que se identifica este grupo etario (de 65 años en adelante). El concepto de este Centro de Día es recibir a los adultos mayores para que desarrollen actividades de ocio y entretenimiento, ya sea en horario matutino o vespertino, sin llegar a residir en este espacio.

La infraestructura del edificio está basada en la geronto y neuroarquitectura, con corredores grandes para discapacitados, espacios cómodos y accesibles, materiales sólidos para reducir accidentes, así como decoración con colores específicos para el estado de ánimo de las personas.

Asimismo, el inmueble tendrá una mayor proyección de luz natural, amplias áreas verdes y techos altos, para fomentar la creatividad en los asistentes.

En una encuesta realizada por los autores de la tesis, los adultos mayores nombraron actividades deseables en el centro: pintura, juegos de mesa, cocina, yoga, bailoterapia, teatro, actuación y ejercicios al aire libre.

Una de las conclusiones del estudio es que la mayoría de personas pertenecientes a este grupo etario en la Alborada no se mantienen activas, por la ausencia de espacios que los incentiven a desarrollar este tipo de acciones de ocio y entretenimiento, y que además aporten la integración en la comunidad.

“Los espacios destinados a los adultos mayores que existen actualmente son asilos o centros geriátricos, a los cuales no desean ir por miedo al abandono por parte de sus familiares, lo que nos hace dar cuenta de la falta de espacios no médicos que necesitan para realizar sus diferentes actividades diarias”, precisa la tesis universitaria.

Rosario Mendoza se dirigía a un supermercado en la Baquerizo Nazur. Con un ancho sombrero se protegía del sol y en sus manos cargaba un pequeño saco de yute para guardar productos. La mujer, de 71 años, habló acerca de la necesidad de generar más espacios para la interacción de los adultos mayores, “hoy olvidados” desde su punto de vista. “Creo que la ciudad no está diseñada para nosotros, y es importante brindar lugares para nuestro confort, para integrarnos con otras personas de nuestra edad. Muchos están solos, porque han perdido a familiares y deben distraerse de alguna u otra forma”, expresó Mendoza.

Víctor Manrique, jubilado y residente de la Alborada, planteó que otra forma de integrar a los adultos mayores con la comunidad, a falta de espacios, es compartiendo sus conocimientos con las nuevas generaciones, con proyectos educativos, culturales y artísticos. “Hay pintores, matemáticos, deportistas, arquitectos, muchos profesionales que ya son mayores y pueden dar clases a niños, a jóvenes, que les pueden enseñar oficios como gasfitería, electricidad”, indicó Manrique.

Añadió que el sector privado también podría generar espacios de recreación de adultos mayores, ante la falta de acción municipal en este tema.

Todos coinciden en que es vital la rehabilitación de parques y plazas para actividades como cines y karaokes al aire libre, bailoterapia, bingos y otros juegos de mesa, que fomenten la inclusión de este grupo poblacional.

Si bien hay espacios que poseen juegos gerontológicos, no son suficientes. “No solamente hay que estimular el físico, sino también las emociones”, resaltó Mario González, de 69 años, morador de la sexta etapa. Y añadió: “Las enfermedades propias de nuestra edad traen muchas veces depresión. Estar en compañía y en lugares seguros levanta el ánimo a las personas, hasta a los más reacios en participar. Es hora de que seamos visibilizados”.

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