Es una verdad incómoda pero innegable: nuestro tiempo de vida es limitado. No importa cuantos años tengas ni cuantas riquezas hayas acumulado. Desafortunadamente, todos dejaremos de existir algún día y eso es lo único realmente cierto de la historia humana.

Y será igual para todos sin excepción. Ricos, pobres, mujeres, hombres, latinos, europeos, estadounidenses, asiáticos, famosos o no... Todos moriremos en algún momento. Es el camino inevitable.

Partiendo de esa certeza resulta sencillo ver la vida de una forma diferente. Una forma que priorice lo realmente importante y deje pasar lo banal o de poca trascendencia.

Esa es la visión del estoicismo, corriente filosófica popular en estos días, que quiero compartir. El filósofo y emperador romano, Marco Aurelio, aseguraba que si mantenemos esa idea en la mente tendremos una vida más armónica. Además, reflexionaba en sus escritos personales, nos permitirá enfocarnos en lo que más queremos.

¿Cómo lograr esa postura sin sonar pesimista o resignado a morir? Marco Aurelio sugería realizar una pregunta antes de cada acto cotidiano: ¿Es esto realmente necesario? Una pregunta simple con una respuesta aún más sencilla.

Si la respuesta es si, el camino está definido. Debemos ir por esa meta o por esa acción porque es realmente importante en nuestra vida.

Si la respuesta es no, ¿para qué hacerlo? En esa categoría se encierran, desde mi criterio, los enojos y peleas absurdas. Las rivalidades laborales y las respuestas a opiniones llenas de odio en las redes sociales.

¿Vale la pena esta discusión? ¿Podré cambiar de opinión o hacer que mi interlocutor lo haga? Si hago una reflexión profunda pero breve y la respuesta es no, podré evitar el conflicto y avanzar a lo que si puedo cambiar a lo que quiero disfrutar.

Recuerda que la vida es un instante y más nos vale sacarle el provecho necesario junto a nuestros seres queridos. Incluso podemos sacarle provecho a la vida compartiendo tiempo y mimando a la persona más importante: tú mismo.