
Los urbanistas de Samanes plantean regenerar el canal
Aseguran que así se recupera y se aprovecha el espacio público. Proponen también una estación de bombeo en una de las etapas de su ciudadela.
La inseguridad, el abandono de un canal de aguas lluvias, parques desolados, pero a los cuales acuden constantemente consumidores de droga, además de los malos olores en el ambiente (un tema que ha abordado EXPRESO en reportajes pasados), son algunos de los problemas que afectan a los moradores de las siete etapas de la ciudadela Samanes, ubicada en el norte de Guayaquil.
Cinco arquitectos, residentes y conocedores del sector plantean soluciones para erradicarlos y hacer de Samanes, donde viven alrededor de 12.525 habitantes, un barrio más atractivo y seguro.
Al arquitecto y abogado Alberto Loaiza, quien vive en la manzana 307 de Samanes 5, lo que más le preocupa es la cantidad de robos que se dan en el vecindario. “Lo que está ocurriendo ha hecho que los antisociales se paseen por aquí con facilidad y que los moradores ya no podamos ni siquiera salir en bicicleta como antes”.
Loaiza asegura que la reconstrucción de un pequeño puente vehicular que une a su vecindario con la ciudadela Guayacanes complicó “lastimosamente” el problema.
Además, “ahora todos circulan a exceso de velocidad”, denuncia, haciendo hincapié en que hace falta una ciclovía iluminada, para que los moradores retomen el ciclismo por esa zona.
Para Loaiza, otro de los problemas de la ciudadela es la fetidez que emana el canal de aguas lluvias ubicado entre Samanes 5 y 6, y de los gases que se concentran en las alcantarillas de la calle Teodoro Alvarado Oleas, como publicó este Diario el jueves anterior. El arquitecto y docente Otilio Torres, quien reside en Samanes 2, coincide con él.
Ambos proponen ubicar plantas y algas oxigenadoras en el caudal del canal de aguas lluvias, para que aclaren el líquido y así evitar los malos olores. Mencionan que así volverán animales que, recuerdan, había en ese punto hace años, como iguanas y garzas. “Aquello podría abrir el turismo y que no solo sea en el parque Samanes, sino en sus alrededores”, propone.
Dos arquitectos más, conocedores del problema, también concuerdan. “Se puede revestir el canal de hormigón, para que las aguas puedan evacuar con mayor rapidez y no se estanquen. Porque con un canal natural como el que hay, rústico, el agua se estanca y se forman los criaderos de mosquitos”, explica Luis Betancourt, ingeniero civil que vivió varios años en Samanes 5.
Él añade que en los bordes del canal es posible incluso sembrar plantas y palmeras ornamentales para mejorar el paisaje. También ubicar bancas, adoquines y hasta reflectores de colores para la noche. “Eso es común en otras ciudades, pero depende de la regeneración urbana”, indica.
El urbanista Felipe Espinosa, conocedor del sector, menciona lo mismo. “Un gran ejemplo es Bucaramanga, en Colombia. Ha hecho de sus canales un atractivo de la ciudad, a donde la gente va a pasear”, cuenta.
Espinosa, en lugar de adoquines, propone la implementación de césped en los bordes de la bocana y sembrar cada 30 metros un árbol neem, cuyo perfume ahuyenta a los mosquitos. También hace énfasis en los ciclopaseos y máquinas para hacer ejercicio, a las que puedan acudir niños, adultos y ancianos. “Ese canal se puede convertir en una zona recreativa, pero no se lo ha hecho. Guayaquil tiene ese y otros problemas grandes, porque la ciudad no tiene un plan maestro de espacio público”, opina.
Torres asegura que el hedor de la calle Teodoro Alvarado ahuyenta incluso a quienes visitan el parque Samanes, ubicado junto a la calle. “Tenemos uno de los puntos turísticos más grandes del país y no es posible restarle atractivo por estos olores”.
A esto se suma la necesidad de regenerar los parques que, a decir de los moradores, en su mayoría están desolados; tanto o más que las mismas calles y callejones, a los que les faltan luminarias. “En los callejones y ciertos parques se deben ubicar luminarias más potentes”, sugiere Torres.
Los especialistas coinciden en que en los parques hace falta una remodelación con materiales ecológicos, como llantas de carros. Asimismo ubicar señales educativas y de prohibición, y más vegetación para que el clima sea más agradable.
Abel Chiquito, ingeniero civil y morador de la manzana 133 de Samanes 1, sostiene que mejorando esas áreas se recuperará la seguridad. Explica que así las familias podrán ir a recrearse y se evitará que los consumidores ganen más espacio allí.
Desde su análisis profesional, Chiquito además habla de la necesidad de construir una estación de bombeo en Samanes 1 para evitar inundaciones en invierno, como suele pasar en esa etapa.
Allí hay un bypass (desvío) que diseñó Interagua y que funcionó el año pasado, pero dice que esa es solo una solución momentánea. “Con una estación de bombeo no habrá temor de que nos inundemos de nuevo”, dice.