Matilde Orrala Yagual acostumbra tomar el sol fuera de su casa, la ayuda su hija Josefina Reyes.

Tres sectores en Guayaquil comparten similar origen

El 2 de noviembre, Día de los Difuntos, algunas familias realizan un ceremonial que hacían sus antepasados: preparar la comida preferida de sus muertos.

El paisaje se asemeja al de cualquier pueblo peninsular a la distancia, el frente de las viviendas luce con las ropas en tendederos y las puertas abiertas, al llegar el ocaso las mujeres sacan mesas a la vereda, pues saben que sus esposos llegan del trabajo y se instalan a jugar naipes con los vecinos, tal como lo hacían en su localidad de origen.

Por la mañana se observa poco movimiento y uno que otro residente luciendo zapatillas, pantalones remangados y camisetas, la mayoría salen muy temprano a sus puestos de trabajo en la ciudad o llegaron por la madrugada de ocupaciones nocturnas como el reciclaje, los niños y jóvenes cumplen con sus estudios.

Son las cooperativas Santa María de las Lomas, San Pedro y Sol Naciente, lugares habitados mayoritariamente por originarios de la península de Santa Elena, ubicados en el oeste de la ciudad, a pocos minutos del puente El Velero y a un costado de la ciudadela Ferroviaria.

Se los identifica como cholos de la Costa, descendientes de Punáes.

Las tres cooperativas tuvieron similar origen, mantienen las mismas costumbres y tradiciones de un pueblo de pescadores, celebran al mismo santo, San Pedro. Matilde Orrala Yagual, de 95 años, quien vive con su hija Josefina Reyes, llegó a este sector considerado en esos tiempos (1950) como el campo cercano a Guayaquil.

“Por recomendaciones de amigos me enteré de que en este sector de Guayaquil se podían obtener terrenos, además ahí ya vivían coterráneos, esto hace 60 años aproximadamente, cuando esta parte de la ciudad era llena de matorrales y lodo”, comentó la adulta mayor.

Los peninsulares llegaron a esta ciudad trayendo hasta su ganado, su intención evidente era quedarse definitivamente y buscar otras opciones para mejorar su nivel de vida, la sequía los mataba lentamente en su lugar de origen.

Llevaban a los rumiantes a pastar al frente, por las orillas del estero Salado, sin embargo, poco a poco tuvieron que desprenderse de sus animales por la presencia de cuatreros que se los robaban e iban a parar a algún camal clandestino del suburbio de al frente del ramal del estero, que también comenzaba a poblarse.

Otra de las costumbres que no han abandonado es la gastronómica. Ya no pescan por el grado de contaminación del ramal mencionado, cuando llegaron lo hacían, las aguas del Salado eran cristalinas en aquellos años, comentan pobladores con cierta nostalgia.

Hay vendedores de General Villamil (Playas), que conocedores de su predilección por los productos marinos, dos veces a la semana les llevan pescado, camarones y otros mariscos.

Se confiesan aficionados al ceviche de pinchagua y los arroces con mariscos, los que preparan con la misma receta que utilizaban las abuelas en su infancia cerca del mar.

Este sector es conocido como sector de pescadores, ahora pocos lo hacen, deben trasladarse hasta la isla Puná y esteros lejanos como Chupadores Grandes y Chupadores Chicos. Los pocos pescadores que quedan tienen un club náutico en su sector y se manejan como sociedad organizada para adquirir las lanchas.

Juan Reyes, hijo de migrantes de Posorja al sector, nació en Guayaquil hace 65 años, es maestro carpintero naval, arregla y construye botes, comenta que conserva su antigua costumbre de escuchar la radio al llegar a su casa de trabajar, en especial sintoniza música nacional o valsecitos que son sus preferidos. “Viajo cada 15 días a San Pablo, visito a mi familia y traigo algo de pescado o los mariscos que encuentre, a veces vienen mis primos a la ciudad y ya saben que no pueden llegar sin traerme algún pescadito”, comentó Orrala a EXPRESO.

Entre las tradiciones que subsisten en las tres cooperativas está la de celebrar a San Pedro, (santo del Pescador). La fiesta en honor del santo mencionado la realizan entre las tres cooperativas entregándose la posta cada dos días.

En Santa María de las Lomas, la celebran el 25 de junio, en Sol Naciente el 27 del mismo mes y en San Pedro el 29 del mismo sexto mes del año. Orrala presta uno de sus botes, el que es decorado para el recorrido de procesión del santo.(F)