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Fundación. Las tías Cumandá Ortega (derecha) y Marisol Guerra (izquierda) cuidan con amor de los niños mientras ellos esperan la adopción o restitución a sus familias biológicas.HENRY LAPO / EXPRESO

La 'mamá' de las tías: el corazón que abriga a los niños huérfanos

En la fundación Hogar para Sus Niños, el Día de la Madre se llama el Día de la Tía. Te contamos por qué

La 'mamá de la mamá' es un especial digital que EXPRESO ha preparado para homenajear a todas esas mujeres que no solo se han lucido tratando de ser las mejores madres para sus hijos, sino las mejores en cada una de las áreas que escogieron para sus vidas: desde la política, el deporte, la ayuda social y el emprendimiento, hasta la música.

Un fuerte llanto se escucha en el jardín. Es Sebas y sus travesuras. Tiene un poco más de un año y mide 75 centímetros. El motivo de su llanto es que es muy alto para caminar por debajo de la mesa sin golpearse la frente.

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Marisol Gavilanez lo escucha llorar y acude a calmarlo con un abrazo. “Esta mesa mala, ¡toma! ”. Marisol finge un golpe sobre la madera y así da por terminada la pataleta.

No es la madre de Sebas, pero es como si lo fuera. Lo cuida todos los días del año. Si se enferma pasa con él toda la noche esperando que le baje la fiebre. Al terminar el día lo baña, le lee un cuento y le enseña a pronunciar sus primeras oraciones.

“Es triste que no puedan estar con sus madres, pero a la vez me siento muy feliz de recibir su amor que es tan puro y poder cuidar de ellos”, dice Marisol, una de las cuidadoras de los 24 niños huérfanos o en situación de vulnerabilidad que viven en la fundación Hogar para Sus Niños, en el sector de Carcelén, en Quito.

En este centro, el Día de la Madre se denomina “el Día de la Tía''. Los niños más grandes hacen manualidades con pinturas, acuarelas, fideos o lo que encuentren. Regalan las cartitas a sus tías. Ellas, como si fueran sus orgullosas madres, coleccionan esas y más muestras de amor.

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Cariño. Una de las niñas de Hogar para Sus Niños llama "mami" a su cuidadora, Cumandá Ortega.HENRY LAPO / EXPRESO

Los más chiquitos, aunque ajenos a la conmemoración, no pueden evitar que sus primeras palabras sean mamá o tía. “A veces me dicen mami, pero debo corregirles y decirles que ellos tienen una madre que pronto vendrá”, cuenta Marisol.

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Pronto, en el mejor de los casos, significa dos años, que es el tiempo que demora que un juez declare la adoptabilidad de un menor y finalice el proceso con la familia. Pero ese pronto también puede durar lustros, como el caso de Brenda, que a sus 10 años no ha logrado ser adoptada. Una discapacidad la convierte en los llamados casos de difícil adopción. Pero no son imposibles, pues la fundación les encuentra padres en el extranjero, en donde hay toda una cultura de adoptar niños incluso con discapacidades severas que les mantiene en silla de ruedas o les impide hablar, explica Sandra Calderón, trabajadora social de la casa.

“Tuvimos el caso de dos chicos que fueron adoptados a los 16 años. No eran hermanos biológicos, pero se habían criado como hermanos. Cuando vino una pareja estadounidense se interesó en la niña, pero le contamos sobre su amigo y decidieron adoptarlos a los dos”, recuerda.

Para Cumandá Ortega, otra de las tías, cada niño es “un pedazo de cielo”. El momento que más le impacta es cuando llegan rescatados de basureros o quebradas por los policías. El cargarlos por primera vez, algunos aún con el cordón umbilical, “se siente como ser madre otra vez”. Para ella, los seis niños a su cargo son como sus hijos.

Al despertar los cambia de ropa y acicala. Preparan sus biberones y comida. Luego juegan con ellos y hacen ejercicios de estimulación. A media mañana van al jardín y tienen un refrigerio. Vuelven a casa y allí más juegos, más travesuras y más llantos provocados por esas pequeñas peleas de hermanos, aunque no haya un lazo de sangre entre ellos.

Les enseñan modales: a saludar con la manito o a decir hola, chao, gracias y por favor. También les abrazan y cargan. Les dicen lo especiales que son, lo guapos, inteligentes y valientes. “Ellos me dan mucho amor, con sus gestos, con sus abrazos o sus besos. Por eso cada vez que se van con sus familias para mí es una alegría, porque les espera un buen futuro”.

Algunos niños están allí mientras sus madres cumplen condenas, casi siempre por drogas. Otros fueron víctimas de la violencia o negligencia y sus padres están en un proceso de reparación del núcleo y valores familiares, explica la trabajadora social.

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Juegos. Los niños que se encuentran en la casa esperan que pronto el Estado les asigne una familia permanente, mientras tranto ellos se tratan como hermanos.HENRY LAPO / EXPRESO

Los datos del Estado indican que hay alrededor de 2.200 niños en casas de acogida. En 2021 solo se concretaron 79 adopciones, pero según el Gobierno, el trámite se acortará para que los procesos duren máximo 267 días, casi nueve meses.

Pero mientras la burocracia avanza lentamente, en su mundo infantil, los días son igual que los de cualquier niño: reír, jugar, correr y aprender. El ‘Día de la Tía’ es solo un abrebocas, una muestra del amor permanente que está por llegar.