El sonido de unos barriles metálicos interrumpe la conversación que tiene Jonnhy Arias con un conocido. Él se incorpora de una hamaca para ver qué pasa, en la esquina de General Gómez y Velasco Ibarra, en la parroquia Tarifa, Samborondón.

El hombre le dice a Diario EXPRESO que está inconforme con el servicio municipal de limpieza y recolección de basura. Lo cuenta antes de enterarse de que en los últimos cuatro años la unidad a cargo de esas tareas pasó de 160 a 240 servidores.

“Deben cambiar esos tanques viejos por unos contenedores que tengan tapa. Aquí vienen a dejar animales muertos y ese olor no nos deja comer. A veces, los días domingo no pasa (el camión) y hace falta que limpien el parque”, comenta el hombre.

De hecho, el líquido de la basura de esos tanques metálicos se escurre a la acera, por donde caminan los vecinos, porque los tachos tienen agujeros.

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Son las 14:30 del miércoles 18 de octubre. La basura la recogen varios operarios que persiguen un pequeño tractor, que remolca un contenedor.

Ese servicio está a cargo de la Unidad de Gestión Integral de Desechos Sólidos y Servicios Integrales, una de las entidades municipales que aumentó su personal en los últimos años.

En mayo de 2019, cuando asumió su primer mandato el alcalde de Samborondón, Juan José Yúnez Nowak, después de los 23 años de su padre, la plantilla del Cabildo constaba de 409 empleados. En su segundo periodo, la institución cantonal suma cerca de 300 empleados, es decir, la nómina asciende a un total de 677 servidores, según los registros públicos de agosto pasado.

En la cabecera cantonal también hay quejas de las falencias de ese servicio. “El recolector sí pasa, pero hace falta que barrenderos limpien las cunetas. Hay residuos que quedan esparcidos”, lamenta la dependiente de una panadería.

Son aproximadamente las 15:00 de ese miércoles y un camión recolector avanza por la avenida del malecón. Un reciclador se sube a la parte trasera del camión, donde se arrojan las bolsas de desechos. Ahí abre las fundas para revisar qué le sirve y qué no, a vista de un operario.

EXPRESO ha recorrido varias zonas de Samborondón para conocer la opinión de ciudadanos frente al incremento de colaboradores municipales.

“Si hay más empleados, debería de verse su trabajo”, concluye María Sánchez, en el recinto La Barranca, donde los montículos de escombros y basura desperdigada son visibles al pie de la vía principal. Ella espera que el dinero público también se invierta en canchas, parques y mejoras viales de esa zona rural.

Los 677 servidores que registra el cabildo representan por mes casi medio millón de dólares en sueldos, unos $ 200 mil más que hace cuatro años, de acuerdo con registros públicos con corte al 31 de agosto pasado.

Rosa Mariño, quien vive en el recinto San Gil, también cuestiona al Municipio por la desatención que, asegura, se vive en esa localidad, como una suerte de trato diferenciado entre la población rural con respecto a la que habita en áreas consideradas residenciales.

“El alcalde nos ha prometido por más de tres años lo del carretero y nada. Nos pusieron el tanque de agua elevado, pero el agua sale salada. Tenemos que estar llamando tanqueros. Nos cuesta $ 2 el tanque de agua”, dice Mariño.

Así mismo, Christian Orellana, habitante de Ciudad Celeste que recorre en una bicicleta recintos y La Puntilla, observa la falta de obras: “Da vergüenza. Debe ser más equitativo el trato”. 

En marzo, él publicó un tuit para quejarse de la mala condición de las calles en el recinto San Nicolás, tras llevar a sus hijos a los cursos vacacionales que ofrecía el cabildo. Eso contrasta con el ingreso al Guayaquil Country Club, que está situado muy cerca de San Nicolás y expedito para el disfrute de golfistas y de quienes realizan otras actividades de esparcimiento.

Los pedidos de mantenimientos fueron desatendidos por el gobierno local, según Nathalie Rendón, dueña de un negocio del sector. Eso obligó a ciudadanos a juntar recursos para lastrar una de las calles, algo que solo sirve de parche.

En el Municipio de Samborondón hay otras unidades que han crecido, como Desarrollo Humano, Social y Cultural, y Seguridad y Riesgos: 55 y 18, en ese orden.

Esta última dirección tiene un gran reto por superar: implementar acciones para reducir los niveles de inseguridad. Los robos, secuestros y muertes violentas ocurren más seguido, aunque muchos casos no se denuncian.

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Varios de los policías municipales que la integran también han estado envueltos en un episodio que fue criticado por ciudadanos en redes sociales, por la forma del procedimiento.

En un video que circuló en septiembre se ve cómo cuatro camionetas del plan Samborondón Seguro rodean a un vehículo en el que aparentemente se venden almuerzos. Los uniformados descienden de las camionetas, toman varias tarrinas, retornan a los vehículos y se van.

Este Diario solicitó una entrevista al alcalde Yúnez, a través de su área de Prensa, compuesta por siete empleados (sin contar a la relacionista pública externa, María Búnea), para conocer en qué proyectos o tareas se desenvuelve el personal contratado y las metas alcanzadas, pero no se atendió el pedido. En un correo, ella dijo que la labor del periodista es informar, no fiscalizar.

El aumento de la plantilla se ha registrado pese al discurso de escasez que ha manifestado Yúnez, como se evidenció tras un recorte presupuestario años atrás o cuando él pidió al Gobierno central que cumpla con la asignación de recursos por la competencia del mantenimiento de la vía Samborondón.

Ciudadanos consultados esperan que el Municipio sea más transparente sobre el incremento de los gastos y el destino de los recursos públicos en la creación de dependencias como la Unidad de Innovación, Emprendimientos y Proyectos, que hasta agosto pasado tenía 28 empleados.

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