Se fue. El exsuperintendente de Comunicación abandona el recinto.

Ochoa llego pateando al perro y los asambleistas lo arrastraron

El exsuperintendente de Comunicación fue censurado y destituido.

Para tratarse de un funcionario glosado y destituido dirigiéndose a los representantes electos en las urnas, lo del exsuperintendente de Comunicación, Carlos Ochoa, fue una insolencia. Al juicio político por incumplimiento de funciones que se le siguió en el Pleno de la Asamblea Nacional llegó pateando al perro. Descalificó a sus jueces y les habló con desafiante superioridad moral pero no presentó una sola prueba de descargo frente a las acusaciones planteadas por los interpelantes, Fabricio Villamar y Lourdes Cuesta, de CREO. Con 119 votos a favor y una abstención (de la correísta Amapola Naranjo), el Pleno aprobó su censura y destitución política; y acordó enviar la documentación del juicio a la Contraloría y la Fiscalía para que sea procesado. La sesión duró siete horas y media.

Doce minutos le bastaron a Ochoa para expresar su desprecio. “Estoy aquí con la frente en alto, mirándoles a la cara. ¿Pueden ustedes hacer lo mismo?”, desafió a los asambleístas. “¡Sííí!”, le respondieron a coro. Se jactó de haber defendido los derechos de las mujeres y de las minorías; dio clases de moral y lecciones de lo que, a su entender, es el “verdadero periodismo”; despotricó contra los medios privados, “juguetes de unos cuantos hombres ricos”; citó a Chesterton y a Kapuscinski; y confesó su delito: “cumplir con la ley que ustedes aprobaron”. Luego salió, con cara de palo y pasos largos, ostensiblemente por la puerta principal, sin responder preguntas.

Fabricio Villamar lo destrozó. No se limitó a enumerar sus atropellos a la ley y a la Constitución, ya demostrados de sobra en el juicio: abuso de autoridad, interpretación extensiva de la ley para beneficio personal, violación del derecho a la seguridad jurídica, discrecionalidad en la aplicación de sanciones, negligencia en el manejo de fondos públicos... Explicó cómo esa conducta configura un esquema de violación de derecho propio de las tiranías. “El Estado activando a sus instituciones para defenderse de los ciudadanos”: en eso consiste, según demostró, la aberrante conducta de la Supercom dirigida por Ochoa.

Argumentó que “la democracia requiere el mayor nivel posible de discusión pública” y recordó que el Estado no puede atribuirse la titularidad de derechos. “Esta Asamblea -concluyó- lo censura por violar los derechos humanos, por prepotente, por arbitrario. El señor Ochoa nunca más volverá a avergonzar a la República”.

En nombre de Lourdes Cuesta, quien se encuentra en reposo médico por causa de embarazo, habló su compañero de partido Homero Castanier. Él abundó en las razones expuestas por Villamar e hizo un elogio de la libertad de expresión en democracia.

En el debate que se produjo a continuación, en el que intervinieron 22 asambleístas de todas las bancadas, no hubo una sola voz que se alzara en defensa del exsuperintendente. Al contrario, lo llamaron de todo: lacayo, alfil del correísmo, supercan, funesto, servil, adulador, hombre de vocación canina...

Arrancó la periodista María Mercedes Cuesta (FE), quien lo tuvo como jefe en el noticiario del canal incautado Gama TV. Se le quebró la voz al recordar los maltratos: “Ahora dice defender a las mujeres, pero no me olvido cuando me dijo que era una gorda tetona que me desbordaba por la pantalla”.

Con Mae Montaño (CREO) el debate tomó un rumbo no del todo inesperado que el oficialismo hubiera querido evitar: se convirtió en una discusión sobre la Ley Orgánica de Comunicación (LOC): Dijo que Ochoa “no nació por generación espontánea”. Y recordó cómo se aprobaron algunos de los contenidos más represivos de esa ley, incluyendo la figura del linchamiento mediático y la propia Superintendencia: sin debate.

Fueron 54 artículos incluidos a última hora, recordó Luis Fernando Torres (PSC): 23 de ellos ni siquiera fueron anunciados en el Pleno. La presidenta de la Comisión de Fiscalización, María José Carrión (que aún debe un informe sobre el juicio político a Jorge Glas) y otros morenistas y correístas (desde Gabriela Rivadeneira hasta Rodrigo Collahuazo) se lanzaron a la difícil tarea de denostar a Ochoa mientras trataban de defender la ley. Y esa fue la gran novedad de la noche, preámbulo de lo que vendrá: por primera vez la Asamblea Nacional debatió lo que debía debatir hace cinco años.

Falsificación

Un posible caso para la Fiscalía

Carlos Ochoa tiene un talón de Aquiles que podría llevarlo ante la justicia penal. Durante el proceso político que le siguió la Asamblea quedó demostrado (y él mismo lo admitió) que el exfuncionario modificó la ley y aplicó el texto adulterado por él para sancionar con multa a varios medios de comunicación. Esta conducta puede configurar los delitos de falsificación y abuso de la fe pública. Por eso la Asamblea remitió la documentación respectiva a la Fiscalía.