Niños migrantes
45.727 migrantes atravesaron la selva de Darién entre enero y febrero de 2023, según el reporte de las autoridades panameñas.Agencia EFE

Niños migrantes, unos verdaderos guerreros

Tras intensas caminatas junto a sus padres, han logrado sobrevivir a la selva del Darién en su ruta hacia Estados Unidos

“Guerreros”, repiten las madres. Hijos guerreros que han aguantado largas caminatas, hambre, sed, calor, picaduras de insectos, superar ríos y cerros, para sobrevivir a la selva del Darién en su ruta hacia Estados Unidos.

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Recién salidos de esta selva que hace de frontera natural entre Colombia y Panamá, los migrantes llegan hasta la conocida como Quebrada del León, donde les esperan piraguas de indígenas que los descenderán por el casi seco río Tuquesa hasta Bajo Chiquito, una pequeña población del pueblo emberá donde podrán descansar.

“Mis dos hijos son unos guerreros, han aguantado lluvia, frío, sol, han dormido en piedras, a la intemperie, en la selva... hemos pasado todos los riesgos del mundo”, afirma la venezolana Daiana Ruiz mientras hace cola para subir a una canoa.

A su lado está su esposo, que ha ido cargando con la hija. “Tantas escalas, tantos precipicios, ríos por los cuales pasar, y él fue el que me trajo a la niña”, explica Ruiz, que salió de Venezuela, dice, para poder dar un futuro a sus hijos, una buena educación.

La madre está cansada e indignada. En la selva, como al resto del grupo, les robaron unos uniformados encapuchados. “Apuntaron a los niños con pistolas y nos quitaron todo el dinero que teníamos. No querían papeles, bolsos, ellos no querían nada, lo que querían era dinero nada más. Donde revisaran y alguno tuviera dinero que no hubiera entregado, lo dejaban ahí con ellos”.

También le robaron al grupo de la venezolana Jessenia Pérez, de 30 años, que viaja con diez niños, entre hijos y sobrinos.

Niños migrantes
Realidad. Una migrante ecuatoriana come junto a sus hijas en la selva, mientras esperan ser trasladadas en canoa desde la Quebrada del León.Agencia EFE

La joven piensa en otros migrantes que intentarán como ellos atravesar la selva, y les lanza una recomendación que repiten otros recién llegados: “Si ustedes vienen en grupos grandes, no se queden atrás, porque los que van atrás sufren lo peor, robo y de todo”.

Tragedia. Así quedó parte de la carrecería del autobus que transportaba a 66 migrantes y se accidentó en Panamá. 22 son ecuatorianos y aún se espera datos de 11 de ellos.

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Pero si se viaja con niños, uno va más lento y los peligros se multiplican. “Lo más difícil fue una de las lomas que subimos, donde estuvimos a punto de perder la vida”. Allí tenían que ir pasando poco a poco a cada uno de los pequeños, con cuidado, despacio.

“Entonces te quedas solo y es más riesgoso quedarte en un grupo mínimo. Escuchamos gritos, escuchamos de todo en las noches cuando acampábamos. Es bastante fea la experiencia, de verdad que no le recomiendo a nadie venirse por la selva”, advierte la madre.

Pero el éxodo no cesa, con familias migrantes con niños que siguen atravesando la selva del Darién, cada vez más.

Según datos de las autoridades panameñas recopilados por Unicef, de las 45.727 personas que atravesaron el Darién entre enero y febrero del presente año, 9.656 eran niños, lo que supone un número siete veces mayor al registrado en el mismo periodo del año anterior.

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“El flujo ha aumentado significativamente, con el año pasado terminando en 248.000 migrantes en total. De estos, 40.000 fueron niños, niñas y adolescentes. Este año lo que estamos viendo es un incremento mucho mayor al del año pasado”, precisa Margarita Sánchez, oficial de protección infantil en emergencias de Unicef.

La cooperante colombiana se encuentra en San Vicente, uno de los centros de recepción migratoria que las autoridades panameñas instalaron en el sur del país para atender a los migrantes antes de enviarlos en autobuses hacia el norte, a la frontera con Costa Rica.

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Distracción. La Unicef provee de atención sanitaria, tanto a niños como a madres, y cuenta con un espacio donde intentan distraerlos por medio de juegos o bailes.Agencia EFE

Allí Unicef provee de atención sanitaria, tanto a niños como a madres, y cuenta con un espacio amigable donde intentan por medio de juegos o bailes que los pequeños “vuelvan a ser niños”.

“Los niños y las niñas tienen que cruzar una selva donde ven cosas que a su temprana edad no deberían ver, están expuestos a muchísimos riesgos (...) Lo que identificamos son niños con muchas afectaciones emocionales, también psicológicas. Tienen miedo, hay un tema de no querer alejarse de sus papás, hay un tema de tristeza también”, enumera Sánchez, además de identificar, problemas respiratorios, diarrea, vómitos o infecciones en la piel.

Esta aventura es muy desgarradora para los migrantes, quienes huyen de su país, en busca de una mejor vida para su familia.

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Después de tres días atravesando la selva, la ecuatoriana Luisa Rodríguez, de 28 años, no puede más. Avanza a pequeños pasos mientras cruza el río, con su bebé en brazos. Suspira. Al lado caminan en silencio su esposo y otros dos hijos. “Esta selva es terrible, terrible (...) Es lo más feo, a nadie le recomiendo venir aquí y mucho menos con niños. Muy feo, muy feo, muy feo. Incluso nos robaron en un trayecto del camino, nos quitaron el dinero, todo. Ya ni agua y tomando agua del río con los niños. Bien terrible”, rememora la madre, angustiada. Pero ahí están, lo lograron y ahora solo esperan poder embarcarse en una de las canoas para continuar su camino hacia el norte.

“Guerreros, mis niños son unos guerreros. Nos cubrimos con el manto de Dios y gracias a Él no nos pasó nada”, añade Luisa. Es la dura realidad para muchos migrantes que arriesgan sus vidas al atravesar la selva del Darién.