No me defiendas, compadre
Es una escena fácil de imaginar. El exvicepresidente Lenín Moreno mirando al horizonte desde la ventana del apartamento que ocupa en Ginebra, diciendo ante nadie ‘No me defiendas, compadre’ y manteniendo en mente al canciller Guillaume Long.
El polémico ministro de Relaciones Exteriores ya sabía que el tema de la manutención de Moreno causaba, por decir lo menos, inquietud. Se lo habían preguntado a poco de haber reemplazado a Ricardo Patiño. Diario La Hora lo abordó, preguntándole el presupuesto que representaría para el Estado ecuatoriano la estadía del exvicepresidente en Ginebra... “Es de las Naciones Unidas, no le corresponde al Gobierno ecuatoriano. El presupuesto corresponde a Naciones Unidas”, respondió. No era cierto. El desmentido, no intencional, corrió a cargo del representante de la ONU en Ecuador, Diego Zorrilla, semanas después, al afirmar que el organismo tampoco corría con los gastos de Moreno.
El martes 5 de julio en Quito, en medio de la firma de un acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur), el canciller Long debió admitirlo. Sin dar cifras, dijo que el aporte para la manutención de Lenín Moreno en Ginebra es menor al 10 % de la cooperación total que Ecuador da a ese organismo, espetando ante los micrófonos abiertos que esto no debería ser motivo de vergüenza sino de muchísimo orgullo, que tengamos un enviado especial de Naciones Unidas, designado por el propio Ban Ki-moon para temas de discapacidades y accesibilidad.
Francamente a mí sí me da orgullo que tengamos en Naciones Unidas a un enviado especial para esos temas. No sé quién podría sentir vergüenza. Pero como simple ciudadana tengo derecho a saber si son dineros públicos y hasta qué montos llegan, los destinados a sostener a un enviado especial que no es funcionario del Estado, y si esto ha sido una ‘jugada política’. Me pregunto si otros enviados especiales son sostenidos por sus países de origen. Sandra Honoré de Trinidad y Tobago, por ejemplo, enviada especial para temas humanitarios de Haití; Edward Green de Guyana, para asuntos relacionados con el sida; o Jorge Chediek de Argentina, para temas de deportes y paz. No tengo ni que preguntar si Ricky Martin o Angelina Jolie, también enviados especiales, dependen de presupuestos estatales.
Que Ecuador haya pagado desde abril de 2013 por la manutención-residencia de Lenín Moreno bien podría obedecer a cálculos electoreros. Aunque su nombramiento oficial consta desde diciembre de ese año, evidentemente Moreno ha sido y es una de las cartas de Alianza PAIS para las elecciones de 2017. No sé si se les durmió el diablo o a propósito lo dejaron sin una cobertura legal, apropiada, para el sostenimiento de su figura política. ¿Acaso no podían haberlo blindado para evitar que se lo salpique con un posible caso de peculado? Hay voces que se escuchan en ese sentido. El Gobierno sabía que la prensa independiente, esa que tanto detesta, ya había puesto sus ojos en la vida de Moreno en Ginebra, donde su hija también reside y trabaja como consejera del Servicio Exterior, con un sueldo de 6.744 dólares.
Suena mucho, lo sé, pero en realidad es un salario modesto para una ciudad como Ginebra, que junto a Zúrich (en Suiza) está en el top de las urbes con mayor nivel de vida del mundo. Un tuitero que conozco, admitiendo fuentes diplomáticas, estima que Lenín Moreno podría recibir hasta 18 mil dólares mensuales, calculando un estipendio como embajador, cuyos salarios están entre los 9 mil y 18 mil dólares, dependiendo del costo de vida de los países donde residen. Suiza está en el máximo nivel.
Pero el punto no es el monto de dinero, ni es la figura de Lenín Moreno; es el manejo de la cosa pública, de los dineros públicos, de las cuestiones de Estado. Pareciera que unos cuantos lo asumen como propiedad privada. Se molestan porque la prensa pregunta y mienten y desmienten con una desfachatez vergonzosa, sin que ni siquiera se les arrugue la cara, peor la conciencia.
Talvez el canciller solo quiso ayudar al exvicepresidente... Con razón me imagino a Moreno en el colorido verano suizo diciendo en silencio ‘No me defiendas, compadre’.