Se siente orgullosa de ser morreña. Por sus venas corre la sangre de sus ancestros llegados al Morro desde tiempos inmemoriales, de aquellos que vieron levantar la histórica iglesia que se inició como capilla en el año 1657, de hace casi 300 años del tiempo de bonanza de El Morro, cuando fue cantón de 1835 hasta 1855, en que inicia su decaimiento.

Ella pertenece a la novena generación de los Vega, que llegaron desde Cuenca y mezclaron su sangre con los nativos. Aprendieron a amar el cerro, a adorar al patrono San Jacinto, a comer el seco de chivo, a tomar la leche dormida y a defender los intereses de la parroquia.

Desde niña escuchaba las historias y leyendas de los abuelos que contaban en los portales de tabla y calles de tierra. De a poco se fue ligando a la cultura y aprendiendo a amar las tradiciones de la población y a mantenerlas vivas.

“Es un deber cívico conocer las raíces de donde se viene, ser partícipes de los cambios y tener la visión de lo que queremos”, dice Lorgia Vega, de 41 años, analista en sistema y madre de dos hijos.

Se la ve en todas partes. En las fiestas, religiosas, cívicas, actos culturales, sociales, deportivos. Con los adultos mayores, revisando, indagando, leyendo libros y estadísticas y hasta en primera línea, cuando hay que reclamar por algún interés colectivo.

Para Lorgia es importante que las nuevas generaciones conozcan y valoren la historia y cultura de sus pueblos, de ahí que ha realizado varias cosas teóricas y prácticas, para obtener estos conocimientos y proyectarlos a la comunidad.

Destaca la edición de tres folletos para la “recuperación de la Memoria de la Comunidad”, que contienen Leyendas de El Morro, Juegos y oficios de Antaño e historia, cultura y tradición: además hay un fanpage en Facebook como Parroquia El Morro Paraíso Turístico. “Ahí nos daremos cuenta cómo era El Morro”.