“Castrati”

Destaquemos una diferenciación con los eunucos de Oriente Medio, que eran castrados siendo infantes, acentuando características femeninas y total ausencia de deseo sexual. En cambio, los emasculados a partir de los 12 años tenían un desarrollo físico casi normal y lograban erección sin problemas, pero eran incapaces de concebir. Esto convirtió a los “castrati” en verdaderos trofeos para las mujeres de la época y fueron perseguidos con olfato de sabueso por decenas de damas aristócratas insaciables. Sabemos que el famosísimo Gasparo Pacchiarotti estuvo a punto de ser asesinado por encargo, debido a su romance con la marquesa Santa Marca; que Giusto Ferdinando Tenducci, amigo de Mozart, terminó preso por fugarse con una joven admiradora cuyos padres lo denunciaron, y que Giovanni Battista Velluti, mujeriego empedernido, vivió en Rusia durante cierto tiempo con una duquesa. Existe, sin embargo, el caso de un castrado que se enamoró de una mujer y que pidió permiso al papa para casarse. El prelado le envió como contestación “fatty castrar meglio” (haz que te castren mejor).

“Castrati” famosos fueron: Francesco Antonio Pistocchi, Antonio María Bernacchi, Gaetano Guadagni, Giambattista Velluti y Crescentini, maestro de la gran mezzosoprano española Isabel Colbran, esposa de Rossini. Mención especial merecen dos “castrati”: Gaetano Maiorana, alias ‘Caffarelli’ y Carlo Broschi, más conocido como ‘Farinelli’. Algunos castrados eran conocidos por su voz potente, otros por lo brillante de su ejecución. Gasparo Pacchiarotti era conocido por su extraordinaria expresividad. En Roma, cantando ‘Arta Versi’, de Bertoni, Pacchiarotti llegó a la línea climática “eppur son inocente”; esta línea era seguida de una exclamación orquestal. Pacchiarotti cantó su línea con todo el “pathos”, poder y expresividad de la que era capaz, en forma brillante y esperó por la intervención explosiva de la orquesta y... “¡niente!”. Pacchiarotti se volteó en pánico hacia el primer violín y asustado preguntó: “¿Qué ocurre?”. El concertino le respondió: “¡Maestro! ¡No podemos tocar, estamos todos llorando!”.

colaboradores@granasa.com.ec