En la Cueva, que debe su nombre a las aves nocturnas, llamadas Tayos, que habitan allí, hay también arañas y anfibios, como los de la foto, y cangrejos.

Un guayaquileno descubrio el pasaje oculto de los Tayos

Entrar al lugar es un sentimiento indescriptible. Si no tienes un reloj, no sabes si es de día o es de noche. Pierdes la noción del tiempo, desconoces lo que está pasando en el mundo exterior.

Entrar al lugar es un sentimiento indescriptible. Si no tienes un reloj, no sabes si es de día o es de noche. Pierdes la noción del tiempo, desconoces lo que está pasando en el mundo exterior.

Para el guayaquileño Raúl Cabrera, economista, documentalista y mentalizador del proyecto Nómad-A, espacio en el que exhibe sus travesías por los escaparates más alucinantes del planeta, haber recorrido ese enigmático espacio formado de piedra y terrazas de ángulos rectos y acabados simétricos, como lo es la Cueva de los Tayos y, más aún, haber descubierto un pasaje oculto jamás mapeado en el lugar, ha sido, hasta la fecha, uno de sus mejores viajes.

A finales de noviembre, junto a un grupo de 17 personas, resguardadas por las Fuerzas Armadas, miembros de las Fuerzas Iwias y guías shuaras, en Morona Santiago, al sureste de Ecuador, él se adentró en la gruta, y tal como lo hizo Julio Verne en su obra ‘Un viaje al Centro de la Tierra’, inició la exploración.

La travesía, que tuvo como finalidad mostrar las incógnitas de esta galería, que aún hoy obsesiona a decenas de exploradores que buscan encontrar en ella la respuesta al enigma de los gigantescos bloques que conforman sus paredes, fue de 3 días y 2 noches. Un avión, decenas de balsas y mulas, además de 30 horas de viaje, lo llevaron desde su ciudad natal al sector.

Los Tayos está situada a 68 metros de la superficie terrestre y para sumergirse en ella, Cabrera, acompañado de excursionistas como el investigador Manuel Palacios, el andinista Gustavo Viteri y el ministro de Turismo Fernando Alvarado, tuvo que descender a rápel -y prácticamente a ciegas- por la boca de la caverna.

“Bajamos por un túnel oscuro, un tanto atemorizante y con el pavor de que nos pudiésemos morir o perder”. A sus 40 años, este trotamundos ha visitado ya cerca de 80 países (Indonesia, Tailandia, Malasia, China, Nueva Zelanda, Hawái...) y, a su juicio, ninguno le ha provocado tanto recelo, asombro y fascinación como este punto del Ecuador.

“Estábamos en medio de la nada y sin la opción de armar un plan B. Fueron casi 72 horas de penumbra”, señala. No obstante, ellos avanzaban, necesitaban mapear la zona, peregrinar -armados de cámaras y antorchas- por el mismo terreno que ya en 1975 recorrió Neil Armstrong, el primer hombre en llegar a la Luna.

Hoy mientras prepara el material de lo que será su documental, que incluirá la visita a la Pirámide de Llanganate (una insólita pendiente de la cordillera de los Llanganates que al parecer podría ser la cara de una compleja estructura levantada por nuestros antepasados) y la exhibición de la colección Crespi (integrada por objetos de gran valor cultural que resumen la historia de una civilización extinguida), Cabrera evoca lo vivido.

Asegura que hay detalles que difícilmente olvidará. El lugar donde acamparon, tan perfecto y liso que cualquiera pensaría que fue construido por el hombre, por ejemplo. Una galería natural de unos 50 metros de ancho y 50 de alto, denominada Domo de Nuestra Señora del Guayas por el investigador húngaro argentino Juan Móricz, quien en 1969 descubrió oficialmente las cuevas; las especies que observó: decenas de aves, peces, arácnidos y gramíneas que crecen en la oscuridad; y el pasaje que, gracias a sus prácticas de apnea, descubrió.

Cabrera recuerda el momento y lo celebra con júbilo. “Ingresé a una laguna en cuyas profundidades había una cueva y me sumergí. Bajé cerca de dos metros y avancé, a lo largo, otros 10 (metros). Lo que encontré fue maravilloso”, señala. Una zona jamás mapeada formada de rocas y depósitos minerales, y habitada por roedores, cangrejos, serpientes, aves ciegas.

La galería, de la que se darán más detalles en el filme, fue bautizada como Nómada, en honor a su descubridor. Un surfista, uno de los grandes del país y también posgradista en Educación.

El documental, según lo previsto, será transmitido a mediados de año por CNT Play o Netflix. A finales de febrero el grupo reanudará sus actividades. Continuará elaborando la filmación de estos parajes misteriosos y ancestrales que, para algunos, van de lo terrestre a lo extraterrestre.