Gestion de la politica del agua
El Día Mundial del Agua, el pasado 22 de marzo, fue una oportunidad para llamar la atención sobre algo que para muchos países ya es una triste realidad: la disponibilidad de agua potable se está volviendo un factor estratégico cada vez más determinante en los asuntos regionales y globales. Las consecuencias de no gestionar los recursos hídricos con extremo cuidado pueden ser devastadoras. El año pasado, el informe de las NN. UU. sobre desarrollo de los recursos hídricos destacó una vez más cómo la brecha creciente entre demanda y oferta puede ser fuente de conflictos. El Foro Económico Mundial evaluó que las crisis por el agua hoy son la mayor amenaza global: más peligrosas que un atentado terrorista o una debacle financiera, y más probables que un incidente con armas de destrucción masiva. Y hay investigaciones del centro de estudios Strategic Foresight Group que muestran la importancia de la buena gestión del agua: es muy difícil que haya una guerra entre países que administran en forma conjunta recursos hídricos compartidos. El año pasado, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la comunidad internacional se comprometió a “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”. Esto incluye la meta de “ampliar la cooperación internacional” e implica la planificación conjunta de proyectos de infraestructura, gestión de inundaciones y sequías, el desarrollo de una estrategia integral contra el cambio climático, la protección de la calidad de los cursos de agua y la celebración periódica de cumbres para resolver posibles tensiones entre las necesidades de agua y otros bienes públicos. El Strategic Foresight Group ha elaborado un “cociente de cooperación hídrica” que puede servir como medida del grado de colaboración entre países que comparten cuencas fluviales y lagos. De 263 cuencas fluviales compartidas, solo la cuarta parte cuenta con organismos de cooperación realmente funcionales. Es fundamental que dentro del plazo fijado para el cumplimiento de los ODS (2030), todas las cuencas fluviales compartidas del mundo tengan organismos de esa clase. Si todos los países en desarrollo con cuencas fluviales compartidas cooperaran con sus vecinos, sus índices de crecimiento económico aumentarían un punto porcentual o más. Puede que al principio, un Plan Marshall para cuencas fluviales compartidas parezca una propuesta cara; pero el costo de la inacción puede ser mucho mayor (basta pensar en la amenaza que solo para Europa supone la entrada masiva de refugiados). Además, la comunidad internacional debe actuar sin demora para preservar infraestructuras hídricas cruciales de actos de violencia y terrorismo. La ONU debe analizar la creación de fuerzas de paz especiales para protegerlas. Por último, el derecho internacional debe apuntar no solo a resolver conflictos, sino a prevenirlos.
Project Syndicate