Para Silvia Pinillos, desde las inundaciones del pasado 4 de junio en Esmeraldas, servirse las tres raciones diarias se le ha vuelto prácticamente un lujo. Cuando tiene para el desayuno, le falta para el almuerzo y la merienda. O viceversa.

Esta mujer de 42 años, con un grado de limitaciones en su capacidad mental y madre de una niña de dos años, dice que subsisten de lo poco que gana su esposo en trabajos esporádicos como obrero.

Ellos viven en la parroquia Vuelta Larga, sur de Esmeraldas, una de las zonas más afectadas por el desbordamiento del río Teaone, donde temen un nuevo desastre.

Silvia y su familia pasan sus días en una pequeña covacha con piso de tierra, paredes hechas con trozos de madera y techo con planchas de zinc remendadas que levantó en un espacio que le fue cedido por un familiar.

De a poco tratan de levantarse, porque su casa y todas sus pertenencias fueron arrastradas por la corriente aquella mañana del 4 de junio.

Silvia y su familia dormían hasta hace dos semanas en un albergue en la Unidad Educativa León Febres Cordero, en la zona de Vuelta Larga, pero debieron salir porque el sitio de alojamiento temporal cerró. Otras nueve familias que permanecían allí también tuvieron que regresar a sus casas, pese a que estaban destruidas.

Ernesto Lara es otro de los afectados. Sus pocos enseres fueron arrastrados por la corriente.

El hombre cuenta que estuvieron durante 42 días en el albergue de la mencionada unidad educativa y en medio de la incomodidad, aunque no les faltó comida, pero al volver a su casa hacen ‘malabares’, porque no tienen implementos para prepararse algo de comer. Por ello, unos vecinos les prestan una cocina y gas.

Cuenta que mantenía a su familia con la producción de verde y cacao, pero perdió más de 300 plantas y quedó sin ingresos. Realiza trabajos eventuales en albañilería o en propiedades vecinas para tener con qué alimentar a los suyos.

Margarita Valdez también perdió todos sus enseres, pero por la solidaridad de amigos y vecinos tiene una cocina para preparar unos alimentos. Sin embargo, no tiene agua.

Para cocinar le toca comprar bidones y lava la ropa en el río. “No tenemos otra opción”, asegura la señora, que labora como empleada doméstica y ayuda económicamente a sus hijos y nietos.

Pero más allá de si la ayuda llega o no, la principal preocupación de los damnificados es enfrentar una nueva tragedia ante la inminente llegada de El Niño.

Desde el Municipio de Esmeraldas empiezan a tomar previsiones.

Técnicos de la Alcaldía, Secretaría Nacional de Riesgos, Gobierno Parroquial de San Mateo y concejalía rural, iniciaron esta semana el levantamiento de información técnica para determinar el grado de afectación que los afluentes pueden causar durante el fenómeno de El Niño Oscilación del Sur.

Según el alcalde Vicko Villacís, con los resultados de este levantamiento podrán tomar decisiones informadas y planificar acciones preventivas.

Además, se espera que este estudio contribuya a la formulación de políticas públicas orientadas hacia la gestión de riesgos y la protección del patrimonio natural y humano en la zona.

• Pérdidas que traban la ayuda:

Según César Gracia, defensor del Pueblo en Esmeraldas, el Gobierno debió simplificar los trámites para que los damnificados puedan acceder a la ayuda, pues en muchos casos las personas perdieron sus documentos personales y eso los ha dejado de brazos cruzados, sin poder reclamar ningún beneficio.