Una de las facultades que los gobiernos tienen es prohibir actividades que desde su óptica lo merecen. Usualmente, no es más que el reconocimiento del axioma: “Como no puedo regularlo, lo prohíbo”.

Se esgrimen argumentos de todo tipo, basados en el irrespeto a la voluntad del ser humano a vivir su vida de la manera que lo estime conveniente. Cada vez que en la sociedad se presentan situaciones conflictivas, aparecen voces que se enfocan en las consecuencias y no en los orígenes del problema, y muchos ciudadanos parapetados en la verdad irrefutable de Eric Fromm, el miedo a la libertad, claman porque algo se prohíba.

Es indudable que el hombre teme ser libre y en aras de su supuesto bienestar entrega su libertad a un ser supremo, al amor o al Estado para que lo haga sentirse protegido. Eso es lo que ha pasado con la prohibición de publicidad de licores en medios masivos y más aún con el cierre de casinos.

Soy de los que cree a ultranza que todo lo que es permitido producir, comercializar y consumir tiene derecho a ser publicitado; prohibirlo atenta contra la libertad de comercio y eso es lo que ha pasado con los licores. Pueden ser producidos en el país, pueden importarse, pueden consumirse, pero no pueden publicitarse en medios masivos.

La norma que lo prohíbe se emitió en 2013 y nadie ha demostrado su beneficio. ¿Hay menos casos de alcoholismo? ¿Hay menos infracciones de tránsito? ¿Hay una mejora en la salud de la población? Lo cierto es que el consumo de licores en el 2022 fue, en las 16 ciudades más importantes del país, de un poco más de 19 millones de litros, con un valor superior a los 160 millones de dólares y con un consumo promedio per cápita de 1,9 litros. Lo interesante es que superó +2 % al consumo de 2019.

La pregunta de fondo es: ¿por qué crece el consumo si no hubo publicidad en medios masivos? Solo existió en medios digitales y la inversión de todas las marcas de licores juntas no es significativa. En lo que va de este año la inversión es menor a $ 400 mil.

El hábito de consumir alcohol viene de tiempos inmemoriales, se han encontrado pruebas arqueológicas en China que lo confirman y que datan de 7.000 años a. C.

¿Qué pasó con los casinos y las apuestas? Una consulta popular en 2012 los prohibió. Los argumentos iban desde el control de lavado de activos a prevenir la ludopatía. Una vez más se esgrimió un argumento que reconocía la incapacidad del Estado y la búsqueda de un bien superior: la salud mental.

Los ecuatorianos una vez más sometieron su libertad y su libre albedrío. Sin embargo, la aparición de los ‘pronósticos deportivos’, léase apuestas, ha hecho su debut, no solo en los medios digitales, sino también en los medios tradicionales y son ya una categoría de anunciantes importante. La categoría que incluye Lotería y Apuestas invirtió el 2022 más de 10 millones de dólares y todo indica que este año será similar.

Lo llamativo es que ‘pronósticos deportivos’ y casinos ‘on-line’ ya representan alrededor del 60 % de la inversión. Unas son empresas locales y otras multinacionales. Nuevamente, la historia nos demuestra que el juego es una actividad humana ancestral, se han encontrado en Mesopotamia dados de 6 puntos con una edad superior a los 3 mil años a. C. Por supuesto, en esa época no se había inventado la publicidad.

De seguro, en ambos casos la regulación consensuada hubiese sido más efectiva y práctica.

¿Hasta cuándo sociedades hipócritas como la nuestra, aupadas por mesías salvadores, lograrán que los ciudadanos, libres de elegir su destino y manera de vivir, rindan su libertad a cambio de poco y nada?

Me quedo con el grafiti parisino de 1968: “Prohibido prohibir”.

Fuentes: MKtrends. Integrametrics. RedMedia