
Desplazados ponen sus esperanzas en la paz
Más de una década después de haber sido despojadas de sus tierras, 655 familias del departamento de Córdoba, en el norte de Colombia
Más de una década después de haber sido despojadas de sus tierras, 655 familias del departamento de Córdoba, en el norte de Colombia, han empezado a escribir una nueva historia esperanzados en que la paz que llegará de un acuerdo con las FARC les garantice la tranquilidad que una vez perdieron.
Desde hace dos años a la zona rural de Montería, la capital de Córdoba, empezaron a retornar campesinos que, bajo la amenaza del fusil dejaron sus escasos bienes y su principal sustento: la tierra, para salvar el “pellejo”, como dicen.
“Nos fuimos e hicimos caso (a las amenazas) porque de todas maneras uno tenía que salvar, como dicen por ahí, ‘el pellejito’ y emigramos a Montería”, dijo Francisco Mausa, al relatar el éxodo que debió emprender en el año 2000, poco después de una “visita” de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Mausa cambió durante sus 14 años de desplazamiento el trabajo del campo por la construcción, oficio que además de ejercerlo en el día pudo estudiarlo en las noches en la sede de Montería del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
Las hoy extintas AUC, entonces comandadas por los hermanos Fidel y Carlos Castaño, utilizaron la ONG Funpazcor como fachada para despojar de sus terrenos a campesinos como Mausa, obligándolos a venderlos por precios inferiores.
“A nosotros nos dijeron que teníamos que entregar esta tierra porque la necesitaban”, contó Manuel Bohórquez, que en el año 2000 decidió abandonar su predio por miedo a las amenazas de muerte.
Bohórquez y su esposa, Eunise Muñoz, se fueron a vivir al caserío Leticia, cerca de Montería, donde se establecieron en la casa de la madre de la mujer.
La creación, en 2011, del programa gubernamental de Restitución de Tierras, les abrió a Mausa y Bohórquez la posibilidad de regresar a sus parcelas.
Con la ayuda y asesoría de la Unidad de Restitución de Tierras, los campesinos comenzaron a desarrollar un proyecto productivo en sus parcelas.
Las familias recibieron implementos para fumigar y delimitar el terreno, así como semillas y animales y, en algunos casos, el Gobierno los dotó de los materiales necesarios para construir una casa.
La tranquilidad reina ahora en la sabana cordobesa, donde centenares de campesinos esperan que los acuerdos que el Gobierno se apresta a sellar con las FARC permitan mantener la calma en esa zona disputada durante años por la guerrilla y los paramilitares.